Siempre he dicho y lo mantengo que hay ciertos ministerios
que te dan más de lo que tú puedas dar. Este es mi caso en la Capellanía en el
hospital, donde entre muchas cosas que me ha dado es saber escuchar. Hemos sido
bendecidos con un increíble don, el don de poder hablar. El don del lenguaje.
El don de ser capaces de expresar nuestros sentimientos, emociones, ideas o
planes a través de algo que llamamos palabras. Pero al igual que cualquier don,
usarlo demasiado puede causar resultados inesperados, por otro lado Dios nos ha dado dos orejas y una sola boca, por lo tanto, seamos sabios,
dejémonos persuadir de que es nuestro deber común aprender a escuchar más y
hablar menos.
He recibido un correo de una persona muy querida, y que por
la situación que vivimos hace muchos años fuimos capaces de construir una
amistad duradera, constante y firme, y aunque no nos vemos como desearíamos estamos
siempre en contacto para compartimos cualquier novedad en nuestra vida. Después
de leer su correo electrónico, le envié yo otro más largo con lo que pensé que
era un mensaje empático, agregando una buena dosis de la palabra de Dios y
consejos. Me sentí muy bien con lo que había escrito, optimista de que mis
palabras lo sacarían de la crisis, y tal vez incluso despertarían una
motivación muy necesaria para salir de la situación que estaba viviendo.
Cuan fue mi sorpresa cuando volví a recibir un nuevo correo,
que me sacudió por completo: Esteban, gracias por tu consejo, pero en este
momento no necesito un sermón tuyo, no necesito un predicador. Lo que necesito
es un amigo. Pensé que de todas las personas que conozco, tú entenderías mejor
que nadie con lo que estoy lidiando en este momento.
En seguida me di cuenta de que había leído sus señales
completamente equivocadas, entendí que él tenía un problema y estaba buscando
soluciones, pero lo que yo le di, no era realmente lo que él necesitaba, lo que
él necesitaba era que simplemente lo escuchara, que estuviera con él en su
dolor y que compartiera sus cargas.
Dice el sabio Salomón que hay tiempo para consejos, y hay un
tiempo para callarse y escuchar. Es un desafío discernir cuándo son esos
momentos correctos, y a veces he hablado demasiado sin tratar de escuchar por
completo. En otras ocasiones, he cometido el error contrario, escuchando
pasivamente cuando debería haber dicho palabras de amonestación amable pero
honesta.
Como decía trabajar en el hospital me ha ayudado a entender
esto, que si Dios nos ha dado una boca y dos orejas es para que escuchemos más
de lo que hablamos. Cuando me acerco a un paciente, y si conocerle mucho me
abre su corazón y comparte contigo su historia de sufrimiento, mi primera
respuesta es asombro, aprecio de que alguien voluntariamente comparta algo tan
personal conmigo. Entonces, lo primero que hago es agradecer a la persona por
abrirse. Luego escucho, sigo escuchando y vuelvo a escuchar, y solamente respondo
con asentimientos o ruidos para mostrar que estoy activamente involucrado en lo
que este hombre me está contando.
Trate de practicar la gracia, la humildad y la amabilidad con
mi amigo ese día, y me equivoque. No es
fácil, porque el hombre siempre tiene la tendencia a hablar, a dar consejos, a
decirte como y porque se deberían hacer las cosas, pero también es fácil,
porque no me corresponde a mí la tarea de arreglar las cosas, a menudo
imposibles para nadie que no sea Dios, sino simplemente escuchar. Así como el
amor a Dios comienza con escuchar su Palabra, el comienzo del amor por los
hermanos es aprender a escucharlos.
Si algo necesita nuestro mundo desarrollado es saber
escuchar. Hablar menos para escuchar más, callar para hacer hueco a la voz de
Dios, cerrar la boca para buscar sentido a las circunstancias de la vida, a
veces tan complejas, hacer silencio para escuchar las necesidades de nuestros
hermanos y hermanas. No sé si mis palabras han sido demasiadas o excesivas para
hablar precisamente de escuchar. Mi pretensión era mostrar su importancia, nada
más. Yo también tengo que hablar menos, para escuchar más. Lo intentaré…
No hay comentarios:
Publicar un comentario