28 septiembre 2019

Escuchar más y hablar menos


Siempre he dicho y lo mantengo que hay ciertos ministerios que te dan más de lo que tú puedas dar. Este es mi caso en la Capellanía en el hospital, donde entre muchas cosas que me ha dado es saber escuchar. Hemos sido bendecidos con un increíble don, el don de poder hablar. El don del lenguaje. El don de ser capaces de expresar nuestros sentimientos, emociones, ideas o planes a través de algo que llamamos palabras. Pero al igual que cualquier don, usarlo demasiado puede causar resultados inesperados, por otro lado Dios nos ha dado dos orejas y una sola boca, por lo tanto, seamos sabios, dejémonos persuadir de que es nuestro deber común aprender a escuchar más y hablar menos.


He recibido un correo de una persona muy querida, y que por la situación que vivimos hace muchos años fuimos capaces de construir una amistad duradera, constante y firme, y aunque no nos vemos como desearíamos estamos siempre en contacto para compartimos cualquier novedad en nuestra vida. Después de leer su correo electrónico, le envié yo otro más largo con lo que pensé que era un mensaje empático, agregando una buena dosis de la palabra de Dios y consejos. Me sentí muy bien con lo que había escrito, optimista de que mis palabras lo sacarían de la crisis, y tal vez incluso despertarían una motivación muy necesaria para salir de la situación que estaba viviendo.
Cuan fue mi sorpresa cuando volví a recibir un nuevo correo, que me sacudió por completo: Esteban, gracias por tu consejo, pero en este momento no necesito un sermón tuyo, no necesito un predicador. Lo que necesito es un amigo. Pensé que de todas las personas que conozco, tú entenderías mejor que nadie con lo que estoy lidiando en este momento.
En seguida me di cuenta de que había leído sus señales completamente equivocadas, entendí que él tenía un problema y estaba buscando soluciones, pero lo que yo le di, no era realmente lo que él necesitaba, lo que él necesitaba era que simplemente lo escuchara, que estuviera con él en su dolor y que compartiera sus cargas.
Dice el sabio Salomón que hay tiempo para consejos, y hay un tiempo para callarse y escuchar. Es un desafío discernir cuándo son esos momentos correctos, y a veces he hablado demasiado sin tratar de escuchar por completo. En otras ocasiones, he cometido el error contrario, escuchando pasivamente cuando debería haber dicho palabras de amonestación amable pero honesta.

Como decía trabajar en el hospital me ha ayudado a entender esto, que si Dios nos ha dado una boca y dos orejas es para que escuchemos más de lo que hablamos. Cuando me acerco a un paciente, y si conocerle mucho me abre su corazón y comparte contigo su historia de sufrimiento, mi primera respuesta es asombro, aprecio de que alguien voluntariamente comparta algo tan personal conmigo. Entonces, lo primero que hago es agradecer a la persona por abrirse. Luego escucho, sigo escuchando y vuelvo a escuchar, y solamente respondo con asentimientos o ruidos para mostrar que estoy activamente involucrado en lo que este hombre me está contando.

Trate de practicar la gracia, la humildad y la amabilidad con mi amigo ese día, y me equivoque.  No es fácil, porque el hombre siempre tiene la tendencia a hablar, a dar consejos, a decirte como y porque se deberían hacer las cosas, pero también es fácil, porque no me corresponde a mí la tarea de arreglar las cosas, a menudo imposibles para nadie que no sea Dios, sino simplemente escuchar. Así como el amor a Dios comienza con escuchar su Palabra, el comienzo del amor por los hermanos es aprender a escucharlos.

Si algo necesita nuestro mundo desarrollado es saber escuchar. Hablar menos para escuchar más, callar para hacer hueco a la voz de Dios, cerrar la boca para buscar sentido a las circunstancias de la vida, a veces tan complejas, hacer silencio para escuchar las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. No sé si mis palabras han sido demasiadas o excesivas para hablar precisamente de escuchar. Mi pretensión era mostrar su importancia, nada más. Yo también tengo que hablar menos, para escuchar más. Lo intentaré…

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