¿Cómo cristianos como debería ser nuestro comportamiento con
los refugiados o con los inmigrantes que llegan a nuestras ciudades? ¿Cómo debe
un seguidor de Cristo responder ante estas situaciones? Tenemos la Biblia que
nos enseña, nos reprende, corrige y nos entrena en todas las cosas. (2 Timoteo
3.16) Podemos tomar los principios que se encuentran en la Escritura para
aprender cómo responder a la actual crisis de refugiados e inmigrantes.
Actualmente
existen muchas dudas entre los ciudadanos respecto a poder ayudar a estas
personas, porque dan por hecho de que algunos de los terroristas responsables
de alguna tragedia en Europa podrían haber llegado a través de los diferentes
programas de refugiados, o de la llegada de inmigrantes. Por otro lado algunos dirigentes
de países han dicho que no acogerán a ningún refugiado, ni inmigrante en su
país, apoyándose en que no todos vienen con buena disposición, la preocupación
es que ayudando y apoyando a estas personas, sin saberlo podemos dar asilo a personas
que no tienen el deseo de trabajar o de tener una vida mejor, sino de hacer
daño.
Sin embargo, como creyentes, tenemos que preguntarnos si
tenemos que darles la espalda o ayudarles en la medida que se nos permita a aquellos
que están en necesidad, porque la realidad es que hay mucha gente que está
sufriendo, que lo están pasando mal. Unos llegan de sus países huyendo de
conflictos armados o persecución, otros llegan para mejorar sus vidas encontrar
un trabajo digno, una reunificación familiar, o por otras razones. Y la
realidad es que muchos de estas personas no tienen servicio de salud, no tienen
trabajo, no tienen oportunidades educativas, y lo peor no tienen personas que
les asesoren, que les guíen a encontrar alguna salida a su situación
desesperante.
Como cristianos la ley del amor debe entrar en acción y debe
guiar nuestra respuesta a los hechos. “Pero el que tiene bienes de este mundo y
ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el
amor de Dios en él?” (1 Juan 3.17).
El mandamiento más importante es que amemos a Dios y luego
amemos a nuestro prójimo, (Mateo 22.37-40) Si está dentro de nuestra capacidad
ayudar a alguien que lo necesite, como un seguidor de Cristo debemos hacerlo.
Sin embargo, la ley del amor no es contradictorio con la
compasión y la sabiduría. Ambos pueden existir juntos. Es razonable investigar a
las personas y ser prudente acerca de quien verdaderamente necesita ayuda. No
estamos llamados a ser agradables, pero somos llamados a ser bondadosos. La
bondad es sabia y compasiva. Hacer lo correcto no siempre es políticamente
correcto y no debe estar motivado por la emoción o por el miedo. Debe ser
impulsado por la prudencia, la sabiduría y la verificación sabía. Se necesita mucho
discernimiento para obrar sabiamente.
Como creyente, nuestra respuesta inicial tiene que ser
siempre orar por ellos, pero también ayudarles en nuestra medida,
(materialmente, información, asesoramiento, etc). Dios por medio de su palabra
nos recuerda qué es lo mejor que podemos hacer y lo que espera de nosotros. Es
muy sencillo: Dios quiere que seamos justos los unos con los otros, que seamos
bondadosos con los más débiles, y que lo adoremos como su único Dios. (Miqueas
6.8).
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