14 septiembre 2019

El que sabe hacer lo bueno, lo tiene que hacer


Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas; porque nuestras viñas están en cierne. (Cantares 2:15)
Cuando leemos esta parte de la Biblia, nos puede surgir alguna duda, ya que la Biblia nos dice que tengamos cuidado con las zorras pequeñas. ¿No son más peligrosas las grandes? Pues parece que no. En el Medio Oriente temían más a las zorras pequeñas que a las grandes, y te preguntaras ¿Por qué?  Las zorras grandes se comían las uvas y por supuesto menguaban la cosecha. Sin embargo, eran las más pequeñas las que ocasionaban el mayor daño porque al ser diminutas, cuando se acercaban a las plantas no llegaban a alcanzar los frutos, y entonces se comen las raíces, tiraban de las ramas y las rompían dañándolas por completo. Con astucia y agilidad se metían por cualquier agüjerito y se hacía muy difícil su cazar, destrozando las viñas por completo.


Este detalle tiene un mensaje para nosotros. Las zorras pequeñas ilustran esos pecados que creemos que son insignificantes, que no tienen mucha importancia y sin embargo son los pecados que más perjudican la comunión y el compañerismo entre los creyentes, y arruinan muchas veces la vida cristiana.
Uno de esos pecados es el pecado de omisión. El apóstol Santiago en 4.17 dijo: El que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado.

Aquí, figurativamente hablando, tenemos a una de las zorras pequeñas, uno de esos “pecadillos” el cual no les damos mucha importancia, el abstenerse de saber algo bueno, y no hacerlo. Cuántas veces habremos visto que podíamos hacer algo y no lo hicimos.  En el nuevo testamento, tenemos un claro ejemplo dado en el relato del buen samaritano (Lucas 10.30-37) Después de que un hombre había sido golpeado y abandonado en necesidad de ayuda, pasaron por su lado, un sacerdote y un levita, y pasaron de largo. Tanto el sacerdote como el levita sabían hacer lo bueno, pero admitieron su propia falta de amor por Dios y por su prójimo, y claro le fue contado por pecado.

Si examinamos nuestra vida descubriremos acciones que tuvimos la intención de llevar a cabo, pero simplemente se quedaron en buenas intenciones, por dejadez, por pereza. Cuantas veces nos habremos propuesto colaborar con la iglesia en alguna actividad, pero nunca hemos llegado a cumplirla, o cuántas veces nos hemos comprometido a orar por alguien que lo necesitaba, pero fuimos negligentes y no cumplimos con esa responsabilidad. Recordemos las palabras del profeta Samuel, en 1 Samuel 12.23; “Así que lejos esté de mí pecar contra el Señor, dejando de orar por vosotros”.  O cuantas veces nos hemos cruzado con algunas personas que ha necesitado, comida, ropa o simplemente una palabra de ánimo, y hemos hecho lo mismo que hicieron el sacerdote y levita, pasar de largo. Y como estas muchas más. Como cristianos todas estas cosas las sabemos hacer, ¿o no?, pero la pregunta es ¿las hacemos? o las omitimos. 

A veces vamos por la vida cuidándonos de no cometer “grandes pecados” sin darnos cuenta que estamos atados a muchos “pecados pequeños” como esos pecados de omisión, u otros que lo único que hacen es apartarnos poco a poco de esa comunión íntima que Dios quiere que tengamos con Él. Cuando hacemos la voluntad de nuestro padre celestial, podemos evitar los pecados de omisión y vivir vidas productivas y fructíferas que le agraden a Dios.

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