La estatua de Dirk Willems salvando a su captor de ahogarse,
esculpida por Peter Sawatzky.
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Todos tenemos algunas personas que no nos caen bien, y si
hay alguna que así no sea, me gustaría que me explicara cómo lo hace. Creo que pocos
podemos decir que nadie ha estado jamás celoso, envidioso u hostil hacia nosotros.
O que no hay nadie que ha tratado de interrumpir nuestros planes, dañar nuestras
metas o desviar nuestro futuro. Muchos hemos tenido experiencias con personas
que nos ha hecho daño, o han tramado una ofensa contra nosotros. Hay una
persona a la que estimo mucho, que está siendo dañada por algunas personas por
el simple hecho de no pensar como ellas, pero lo realmente increíble fue cuando
le pregunte como andaba su relación con sus “supuestos enemigos” me contesto,
“El Señor dice que tengo que amar a mis enemigos”
Hace tiempo conocí la historia de Dirk Willems. Dirk era un cristiano
anabaptista que fue capturado, juzgado y condenado. Se escapó de un palacio
residencial por la ventana con una cuerda hecha de trapos anudados, cayendo
sobre el hielo que cubría el foso del castillo. Siguió su marcha veloz sobre el
hielo, tratando de evadir la captura. Pero de repente se dio cuenta de que el
guardia lo había seguido sobre el hielo, pero con terribles consecuencias. La
delgada capa de hielo se había roto, y ahora el guardia que había caído en el
agua helada agitaba los brazos inútilmente. Dirk volvió rápidamente, y ayudó al
hombre que se ahogaba. Lo arrastró hasta dejarlo a salvo en la orilla. El
guardia agradecido quiso dejar a Dirk en libertad, pero el magistrado no mostró
ni la más mínima consideración. Al contrario, le recordó al guardia empapado
que estaba obligado, bajo juramento, a entregar a los criminales ante la
justicia. Dirk fue atado y enviado a la cárcel. Allí fue interrogado y
torturado en un esfuerzo infructuoso por forzarlo a renunciar a su fe. Fue
juzgado y declarado culpable de haber sido rebautizado, de celebrar reuniones
secretas en su casa, y de haber permitido bautismos en su casa; cargos que Dirk
aceptó libremente. Fue condenado a muerte por fuego y sufrió la muerte cruel de
un mártir.
¿Por qué Dirk dio marcha atrás y rescató a su perseguidor
poniendo en peligro su propia vida? ¿Actuó como un tonto? ¡No! Dirk no era un
tonto. Dirk era un discípulo de Jesucristo.
Hizo exactamente lo que Jesucristo
pidió de sus discípulos. “Amad a vuestros enemigos… haced bien a los que os
aborrecen” (Mateo 5.44)
¿Pero quiénes son mis enemigos? Mis enemigos son los que me
aborrecen. Los que me perjudican. Los que hablan mal de mí. Los que me hieren o
lastiman. Ésos son mis enemigos.
¿De verdad espera Jesús que yo ame a personas como ésas? ¿Es
posible amar a nuestros enemigos?
Jesucristo nos muestra que sí es posible amar a nuestros
enemigos. Después de que sus enemigos le quitaran la ropa, le escupieran, lo
golpearan, le injuriaran y le crucificaran, les bendijo con estas palabras:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23.34)
¿Entonces cómo espera Jesucristo que yo le muestre amor a mi
enemigo? “Haced bien a los que os aborrecen.” “Bendecid a los que os maldicen.”
“Orad por los que os calumnian.” “Al que te hiera en una mejilla, preséntale
también la otra.” “Al que te quite la capa, ni aun la túnica le niegues.” “Al
que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva.” (Lucas 6.27-30)
Sin lugar a duda es mucho más fácil odiar a tu enemigo que
amarlos, pero ese tipo de amor sólo lo alcanzan aquellos que han experimentado
el poder purificador de Dios por medio de la sangre de Jesucristo. Cuando una
persona se ha limpiado del pecado y ha permitido que el poder del Espíritu
Santo de Dios controle su vida, podrá entonces, y sólo entonces, amar
verdaderamente aun a su peor enemigo. Dejemos a Dios llevar las cuentas
de las injusticias que se cometen en este mundo y hacer justicia (Romanos 12.19-21).
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