La fiesta más importante de toda China, es el Año Nuevo
chino (también llamado fiesta de primavera). Cada año que comienza le dan el
nombre de un animal de su propio horóscopo. Cuenta la leyenda que Buda convocó
a todos los animales frente a él antes de que partiese de la tierra. Sólo doce
animales vinieron a despedirse. Como recompensa nombró un año con el nombre de
cada uno en el orden en que llegaron. “El año del Toro” “El año de la
Serpiente” “del tigre” de hecho estamos en el año “del Perro”.
Todo esto me recuerda mucho a algunas denominaciones
evangélicas que al comienzo de cada año profetizan que nos deparará el próximo
año, haciendo uso del “don” de profecía, y dando un nombre al año que se
aproxima, “El año de la Bendición” “El año de la Prosperidad Familiar”, “El año
de rompimiento” etc. etc…
Y es que con el comienzo del año nuevo, comienza también las
famosas profecías, que no es otra cosa que lo que el hombre desea, “yo decreto
que este año hay prosperidad financiera” “yo decreto cielos abiertos” “decreto
restitución” “decreto, decreto”. Bien podríamos cambiar la palabra decreto por el
“yo deseo”, porque es exactamente la raíz de esta mal profecía actual, intentar
utilizar a Dios a nuestros deseos para este año, (como si fuese posible), preguntándonos,
¿qué quiero yo? O más bien ¿Qué quiero yo de Dios para que este año sea a mis
ojos más beneficioso?
Este tema de la profecía al comienzo de cada año suele ser
muy importante para muchas denominaciones, hay un interés creciente basado en
todo el acontecer mundial acerca de lo que pasará en el futuro. Muchos entrarán
en el nuevo año buscando algunas predicciones de cataclismos o fin del mundo,
si es posible alguna fecha también, pero eso es imposible solo lo sabe el Padre
(Mateo 24.36). Es muy normal que al finalizar el año, encontramos en muchas Iglesias
un afán por saber que nos deparará el próximo año, haciendo uso del don de
“profecía”, oímos de personas decretando lo que pasará en el 2019, imponiendo un nombre al año como los chinos y lo
peor que aunque no tiene ningún respaldo Bíblico, hay muchos creyentes que lo
creen y se agarran a esas profecías.
Como hijos de Dios creo que nos hacemos la pregunta
incorrecta, la pregunta no debería ser ¿Qué quiero yo para año nuevo 2019? sino
¿Qué desea Dios de mí para este año 2019? Esta es la forma correcta de ver lo que
Dios deparara para nosotros en este nuevo año, y no un montón de deseos
carnales con un “yo decreto” al frente, sino el deseo de Dios sobre sus hijos,
su voluntad soberana sobre su Iglesia y el mundo, bien lo dijo Santiago, Pedís,
y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. (Santiago
4.3).
Dejémonos de profecías absurdas y decretos mundanos, y agarrémonos
a la Palabra de Dios (que es la Palabra profética más fiel), que Él desea sobre
su Iglesia. (2 Pedro 1.19-21), y que ha sido dada a todos aquellos que han sido
redimidos, que han sido regenerados por el Espíritu Santo, gracias al precio
pagado por Jesús en la cruz del Calvario. Este año pudiese ser un año
maravilloso, si nos apegamos a Dios, a su voluntad, si dejamos de planear
nuestro año, y le pedimos al Señor que nos guíe a poner la mirada en el
propósito que tiene para nosotros, poniendo la mirada en las cosas eternas, en
lo que no perece y sembrando en este año para la eternidad como en ningún otro.
La pregunta es ¿Cuál profecía vamos a seguir? ¿La nuestra,
nuestros deseos? o ¿La del Señor?
¡¡¡Feliz año nuevo!!!
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