No me cabe la duda de que todo creyente está de acuerdo en
que el apóstol Pablo fue un gran predicador, y en cuanto al contenido de sus
predicaciones Pablo se refiere a ellas como "el testimonio de Dios"
(1 Corintios 2.1). El evangelio que el apóstol predicaba no había sido
inventado por ningún hombre, sino que era la verdad revelada de Dios. No eran
especulaciones humanas, era Palabra de Dios, y Pablo, era su portavoz. Él nos
dejó material abundante para que, tuviéramos todos los creyentes de quién
aprender de una manera más completa y profunda.
Dios decidió, por alguna razón, que a través de la
predicación de su Palabra recibiéramos la fe que necesitamos para ser salvos.
Pablo deja claro este punto en Romanos 10.17. “Así es la fe por el oír, y el
oír, por la palabra de Dios”.
Sin embargo, desafortunadamente nos encontramos con una gran
variedad de predicadores que hablan de todo menos de la Palabra de Dios. Hay muchas maneras de predicar el Evangelio, unos gritan,
otros cuentan historias personales, otros dan opiniones políticas. Algunos son
divertidos y otros demasiados serios. Predicadores que empiezan con un
versículo de la Biblia y hablan por una hora de otros asuntos; mientras otros
hablan del griego y del hebreo, dando más importancia a las formas que al contenido.
Y es que el problema es que hemos sustituido el medio escogido por Dios, las
Sagradas Escrituras para poner en práctica el medio que a nosotros nos parece
mejor.
Hagamos hoy en día una evaluación del culto, y
preguntémonos, ¿Qué cosas ocupan la mayor parte del tiempo? Va a encontrar que
la presentación, la música, la proyección de películas, los bailes, el teatro,
etc. son lo que ocupan el mayor tiempo de los cultos.
No quiero decir que esto ocurra en todas las congregaciones,
pero es necesario hacernos una pregunta: ¿Qué lugar ocupa la lectura y la
exposición de la Palabra de Dios? Me da la sensación que tanto la lectura de la
Palabra de Dios como la predicación han quedado relegada a un segundo plano y desafortunadamente
lo que más se escucha es el pensamiento y razonamiento personal del predicador
y no el pensamiento de Dios expresado en su Palabra.
Es evidente que predicar
la Palabra tiene un papel principal en todo este asunto. Pero entonces, ¿Por
qué en la iglesia de nuestros días predicar la Palabra de Dios es lo último que
se hace?
Para tener fe e invocar al Señor para Salvación, hay que oír
la Palabra de Dios. Pero tiene que haber gente dispuesta a predicar, a enseñar
la verdadera la genuina Palabra de Dios, ¿Por qué cómo van a creer si no oyen
de Jesús?
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