Los planes y propósitos de Dios son perfectos para nosotros.
Dice la palabra de Dios (1 Corintios 2.9), que Él tiene preparadas cosas que
ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las bendiciones
que Dios ha preparado para los que le aman por eso debemos ser muy cuidadosos
de seguir y guardar su palabra, de estar atentos a su dirección.
Hoy quiero presentaros como Eva quiso tener más allá de lo
que se le había otorgado, fuera del plan y el propósito de Dios; codicio, deseo
poder y al final fue vilmente engañada por la serpiente.
La serpiente (Satanás) tentó a Eva haciéndola dudar de la
bondad de Dios. El sugirió que Dios era estricto, mísero y egoísta ya que no
quería que Eva tuviese como Él, conocimiento del bien y del mal. Satanás hizo
que Eva se olvidara de todo lo que Dios le había dado y que centrara su
atención en la única cosa que no podía tener, llegar a ser como Dios. No estaba
mal que Eva quisiese ser como Dios. Parecerse más a Dios es la meta suprema de
la humanidad. Es lo que se supone que debemos hacer. Pero Satanás engañó a Eva
en lo que respecta al modo apropiado de lograr este objetivo. Le dijo que ella
podría parecerse más a Dios al desafiar su autoridad, tomando su lugar y
decidiendo por sí misma lo que era mejor para su vida. Pero llegar a ser como
Dios no es lo mismo que tratar de ser Dios. Más bien, llegar a ser como Dios, es
reflejar sus características y reconocer su autoridad sobre nuestra vida.
No es malo tener grandes metas, pero siempre dentro de la
voluntad de Dios, y no intentándolas alcanzar de un modo equivocado. La
exaltación del yo conduce a la rebelión contra Dios. Tan pronto como comenzamos
a sacar a Dios de nuestros planes, nos estamos colocando nosotros mismos por
encima de Él, y eso es exactamente lo que Satanás quiere que hagamos.
La voluntad de Dios para nuestra vida es ser cada vez más
semejante a Cristo, y es alentador saber que Dios tiene el mismo deseo para
nosotros. De hecho, la Biblia dice que Dios a los que antes conoció, también
los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo (Romanos
8:29). Haciéndonos semejantes a Cristo es la obra de Dios.
Hay cosas que Dios ha preparado para los que le amamos, y
nos esperan, cosas que los sentidos no pueden descubrir, que ninguna enseñanza
puede transmitir a nuestros oídos, ni pueden aún entrar a nuestros corazones,
pero debemos tomarlas como están en las Sagradas Escrituras.
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