Cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador aunque
definitiva, no resuelve de una vez por todos los conflictos de la vida.
Diariamente enfrentamos circunstancias que requieren decisiones de nuestra
parte. Tenemos que decidir si vamos a someternos a lo que Dios nos pide en tal
o cual situación o no. Aunque debemos ser obedientes a lo que Él nos ha
enseñado siempre, a veces no lo hacemos.
Por eso, Pablo pide, en base a lo que Dios ha hecho por
nosotros, que vivamos de una manera distinta. Nuestro estilo de vida no debe
ser igual a quienes no conocen a Cristo. En lugar de ser conformados al patrón
que el mundo sigue en la actualidad, debemos ser transformados.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio
de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12.2)
La palabra que Pablo usa para describir esta modificación es
“metamorfosis”, que describe la trasformación que experimentan las mariposas;
la cual pasa de ser un animal poco atractivo a ser otro que se admira en todo
el mundo por su belleza. La variación cambia por completo su estilo de vida y
su apariencia.
En 2 Corintios 3.18, Pablo utiliza esta misma palabra para
describir el cambio tan radical que se opera en la vida de los hijos de Dios,
pero que no afecta a su apariencia física. Es un cambio en la naturaleza del
hombre. Al mirar detenidamente la gloria del Señor y al conocerle tal como Él
es, somos transformados a su imagen. En lugar de copiar el patrón que este
mundo ha establecido, debemos fijarnos en la gloria de Cristo e imitarle a Él.
Esta transformación se realiza por medio de la renovación de
nuestra forma de ver las cosas. La mentalidad del hombre natural no puede producir
el estilo de vida que agrada a Dios. El Espíritu de Dios produce una nueva
manera de pensar que nos motiva a vivir en forma diferente. Así podemos
reconocer la voluntad de Dios y poner en práctica lo que le agrada a Él.
Cuando nacimos de nuevo, Dios nos dio una nueva mentalidad
para que pudiéramos discernir lo que es bueno, aceptable y perfecto, de tal
manera que a través de nuestra obediencia a su voluntad el mundo pueda ver a
Dios a través de nosotros. Por lo tanto, no debemos permitir que nuestra vida
sea conformada por las reglas de este mundo, el cual se caracteriza por la
desobediencia a las normas divinas y por su rebeldía contra Dios y su
autoridad.
El sistema está dominado por Satanás, quien intenta tomar el
lugar de Dios y dejarlo fuera. Tiene “apariencia de piedad” pero niega la
fuente del poder para lograrla (2Timoteo 3.5).
Aunque vivimos dentro del mundo, no debemos conformarnos a
su imagen. Debemos ser distintos. Si nos conformamos a la imagen de este mundo,
nadie verá en nosotros nada que valga la pena imitarse, pues seremos iguales a
los demás. Hemos recibido una nueva mentalidad que nos permite discernir su
voluntad. Vivir como hijos de Dios sometidos a su voluntad es la única clase de
vida que vale la pena vivirse, y es la única manera en la cual otros verán a
Dios revelado.
Excelente
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