¿Por qué asisto a la Iglesia?

Me encontré con una familia que hacía algún tiempo no sabía de ellos, estuvimos hablando de varias cosas, trabajo, salud, de nuestro equipo favorito y por supuesto de nuestra vida espiritual. De las muchas preguntas que nos cruzamos una fue sobre la iglesia donde nos congregamos. Me llamo mucho la atención porque cuando me contesto no me dijo el nombre de la iglesia, sino la iglesia del pastor………………

(Permitirme que no ponga el nombre para que nadie se sienta ofendido), pero lo que realmente me impresiono más fue cuando me dijo que su asistencia era debida a que el pastor dice cosas tan bonitas y habla tan bien que da gusto ir a esa iglesia.

Conozco esa iglesia, y conozco ese pastor, y puedo decir de esa iglesia que no falta una buena dosis de música movidita, unos buenos y largos bailoteos, muchísima palabrería, pero poca, muy poca palabra de Dios.

La palabra de Dios nos enseña cómo eran los cultos de los primeros cristianos: enseñanza de los apóstoles, comunión fraternal, partimiento del pan y oraciones (Hechos 2.42). Las peculiaridades que se les asociaban eran el gozo y la sencillez de corazón (v. 46). Alababan a Dios y tenían favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos (v. 47). Por lo tanto, todo culto debería ser una fuente de gozo, de transformación interior, de alabanza, de nuevas relaciones con los que nos rodean y una fuente de crecimiento para la iglesia.

¿Ocurre esto con nosotros? Cuando salimos de un culto, ¿estamos realmente llenos de gozo, transformados, nos sentimos movidos a alabar a Dios constantemente, a ganar el amor de los que nos rodean.

Cuando en la iglesia se predicar la palabra de Dios, ocurren cosas extraordinarias. Vemos un ejemplo de eso en la predicación de Pedro en Hechos 2. ¿Cómo un hombre como Pedro, con todas sus debilidades y problemas, podía exponer de manera tan fiel y valiente la Palabra de Dios? La respuesta es que el Espíritu Santo le había investido con poder, capacitándolo como no lo habría logrado de ninguna otra manera. Muchos predicadores modernos son expertos en decir cosas que agradan a los oyentes, manipularlos emocionalmente a fin de que se sientan a gusto. El éxito de la predicación de Pedro, 3000 personas que fueron movidas al arrepentimiento y a identificarse inmediatamente con Dios en respuesta a la predicación de Pedro, no fue por lo bien que predicaba Pedro,  o porque decía cosas bonitas, sino porque:

1.-  Las profecías del Antiguo Testamento se cumplirían por completo en Jesús (2.14-21), 

2.- Porque Jesús es el Mesías (2.25-36) 

3.- Porque el Cristo resucitado podría cambiar sus vidas (2.37-40).

4.- No fueron las habilidades verbales del Apóstol ni alguna música que sonara en el fondo y tampoco una exhibición desbordada de dones y señales milagrosas la que hizo el milagro, si no el Espíritu Santo,  que es el que verdaderamente convence de pecado, justicia y juicio, (Juan 16.8)

5.- Fue la contundente obra del Espíritu Santo, convirtiendo los corazones de piedra en corazones de carne. El Espíritu toma el mensaje de la Biblia que está siendo expuesto y hace que Cristo sea presentado como glorioso.

Mis comentarios no significan una crítica a esta iglesia ni a ninguna otra, pero si a alguien le parece que soy demasiado severo con esto, mire lo que dice el Apóstol Pablo: "Mas si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema" (Gálatas 1.8-9).

Oremos para que el Señor levante verdaderos siervos de Dios, que entiendan que no son sus habilidades o virtudes las que hacen la diferencia, sino la actividad continua y poderosa de la palabra de Dios, que trasforma de forma real los corazones de las personas.  Ella, (La palabra de Dios) es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado. (Salmo 119.50)