27 enero 2018

¿Por qué a mi Señor?

Alabar y dar las gracias a Dios cuando las cosas nos van bien no es difícil. No nos resulta complicado ser agradecidos con Dios cuando tenemos un buen trabajo, nuestra salud es excepcional, o no tenemos grandes problemas que resolver, durante este tiempo de gozo nuestra comunión con Dios rebosa de alabanza y acción de gracias.


Pero, ¿qué sucede cuando todo es al revés, cuando perdemos nuestro empleo, sufrimos la muerte de un ser querido, o recibimos un diagnóstico médico complicado? ¿Cómo reaccionamos en esos momentos inciertos, incluso trágicos, de nuestra vida?

Como creyentes cuando estamos atravesando una situación particularmente dolorosa, queremos que Dios termine con nuestro sufrimiento de manera inmediata. Nos es bastante difícil entender, los planes de Dios y sus  propósitos divinos. Y nos preguntamos, ¿Por qué  tengo que pasar yo por esto? ¿Por qué a mí? ¿Acaso Dios no puede hacer un milagro y terminar con mi dolor?

Si leemos la historia de Job veremos que era un hombre, como cualquiera de nosotros, pero, que es turbado de una manera tremenda, hasta el punto de maldecir el día en el que nació y desear la muerte misma, ¿Por qué no morí yo en la matriz,  O expiré al salir del vientre?  ¿Por qué me recibieron las rodillas?  ¿Y a qué los pechos para que mamase?  (Job 3.11-12).

Él no entendía lo que Dios estaba haciendo en su vida, y para ser honestos, no es una situación fácil de entender aún para los cristianos más maduros ¿Por qué Dios permitiría que ocurriese lo que le ocurrió a Job? Dios no le responde directamente a Job. Dios le ayudo a entender que Dios es Dios. Y, cuando Job ve a Dios, cuando Job entiende que Dios es Dios, y que esa situación le daba la gloria al único que se la merecía, entonces Job pudo decir:

Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti.  ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía;  Cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me enseñarás.  De oídas te había oído;  Mas ahora mis ojos te ven.  Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en polvo y ceniza. Job 42.2-6.

Que pudo aprender Job, de esta experiencia.  Job aprendió que muchas veces Dios tiene propósitos para nuestra vida que nosotros desconocemos y los cuales no entendemos. No podemos ver todo el cuadro como Dios lo ve. Además, Job aprendió algunas verdades en cuanto a Dios que nunca se había imaginado. Dios es mucho más grande de lo que Job había pensado. Un Dios tan glorioso merece nuestra confianza aun cuando no le comprendamos.

De esta historia, todos recibimos una lección importante que Job tuvo que aprender también. El problema del sufrimiento no se resuelve al poner nuestra mirada en las aflicciones. Se resuelve cuando ponemos la vista en Dios. La perspectiva divina es la clave para enfrentarnos a los momentos difíciles de nuestra vida.


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