Alabar y dar las gracias a Dios cuando las cosas nos van
bien no es difícil. No nos resulta complicado ser agradecidos con Dios cuando
tenemos un buen trabajo, nuestra salud es excepcional, o no tenemos grandes
problemas que resolver, durante este tiempo de gozo nuestra comunión con Dios
rebosa de alabanza y acción de gracias.
Pero, ¿qué sucede cuando todo es al revés, cuando perdemos
nuestro empleo, sufrimos la muerte de un ser querido, o recibimos un
diagnóstico médico complicado? ¿Cómo reaccionamos en esos momentos inciertos,
incluso trágicos, de nuestra vida?
Como creyentes cuando estamos atravesando una situación
particularmente dolorosa, queremos que Dios termine con nuestro sufrimiento de
manera inmediata. Nos es bastante difícil entender, los planes de Dios y
sus propósitos divinos. Y nos
preguntamos, ¿Por qué tengo que pasar yo
por esto? ¿Por qué a mí? ¿Acaso Dios no puede hacer un milagro y terminar con mi
dolor?
Si leemos la historia de Job veremos que era un hombre, como
cualquiera de nosotros, pero, que es
turbado de una manera tremenda, hasta el punto de maldecir el día en el que
nació y desear la muerte misma, ¿Por qué no morí yo en la matriz, O expiré al salir del vientre? ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y a qué los pechos para que mamase? (Job 3.11-12).
Él no entendía lo que Dios estaba haciendo en su vida, y
para ser honestos, no es una situación fácil de entender aún para los
cristianos más maduros ¿Por qué Dios permitiría que ocurriese lo que le ocurrió
a Job? Dios no le responde directamente a Job. Dios le ayudo a entender que
Dios es Dios. Y, cuando Job ve a Dios, cuando Job entiende que Dios es Dios, y
que esa situación le daba la gloria al único que se la merecía, entonces Job
pudo decir:
Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que
se esconda de ti. ¿Quién es el que
oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no
entendía; Cosas demasiado maravillosas
para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; Te preguntaré, y tú me
enseñarás. De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, Y me arrepiento en
polvo y ceniza. Job 42.2-6.
Que pudo aprender Job, de esta experiencia. Job aprendió que muchas veces Dios tiene
propósitos para nuestra vida que nosotros desconocemos y los cuales no
entendemos. No podemos ver todo el cuadro como Dios lo ve. Además, Job aprendió
algunas verdades en cuanto a Dios que nunca se había imaginado. Dios es mucho
más grande de lo que Job había pensado. Un Dios tan glorioso merece nuestra
confianza aun cuando no le comprendamos.
De esta historia, todos recibimos una lección importante que
Job tuvo que aprender también. El problema del sufrimiento no se resuelve al
poner nuestra mirada en las aflicciones. Se resuelve cuando ponemos la vista en
Dios. La perspectiva divina es la clave para enfrentarnos a los momentos
difíciles de nuestra vida.
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