Tengo 63 años y hace 28 años aproximadamente que accepted a Jesucristo
cono Señor y Salvador de mi vida. A lo largo de estos años he tenido momentos
buenos y malos, días duro y otros menos duros, pero si ha habido algo en común
es estos años es que nunca he dejado de aprender. Siempre he estado abierto a
conocer más y mejor a Dios, aunque no siempre ha sido la doctrina correcta,
pero nunca y menos ahora he tenido ningún problema en reconocer cuando he
estado equivocado.
¿Pero…… porqué cuento esto?
Hace algunos años pertenecía a una pequeña congregación y todo nuestro empeño era que la iglesia creciese, para ello hacíamos folletos, cartas, cartelería e invitábamos a los vecinos y transeúntes a visitarnos, y todos los sábados montábamos una mesa de información, donde dábamos a conocer la iglesia e invitábamos a las personas a la misma. Nunca logramos el propósito de vez en cuando llegaba alguien, pero nunca vimos el fruto de tal esfuerzo, ¿Qué pasaba? no veía el Señor el esfuerzo que estábamos haciendo, nuestro fin era bueno, queríamos llenar la iglesia para que creyesen en Dios. Pensábamos que Dios nos tenía olvidados, pero nunca nos planteábamos que quizás no lo estábamos haciendo bien.
Me costó trabajo y tiempo reconocer que no lo estábamos haciendo
bien, que todo nuestro esfuerzo por llenar la iglesia no tenía fruto por
nuestra ignorancia bíblica, Lo más importante que aprendí es que la iglesia es de
Dios, (Mateo 16.18) y Él es que la hace crecer. Lo vemos en los primeros días
de la iglesia primitiva cuando leemos que “el Señor añadía cada día al número
de ellos los que iban siendo salvos” (Hechos 2.47).
Los objetivos, crecimiento y funciones de la iglesia no
provienen de libros, ni de manuales, ni de normas culturales, ni porque seamos
más inteligentes, sino de lo que el Señor nos ha dicho en las Escrituras. Yo
planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que
planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. (1 Corintios
3.6-7). Nosotros testificamos y oramos, pero es Dios el que produce el
crecimiento.
Cometer errores es de lo más habitual y normal, pero
dependiendo de cómo actuemos ante ese error, creceremos y aprenderemos, o nos
quedaremos estancados, y yo gracias a Dios, y aunque a veces me cuesta,
reconozco mis errores, rectifico, y eso me hace crecer en la fe.
¿Y que he aprendido de todo esto?
Pues la forma y manera correcta de una iglesia viva y
creciente. Hechos 2.42, 46 y 47.-
donde se dice que los cristianos “…perseveraban en la doctrina de los apóstoles,
en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”
Luego dice que se ayudaban unos a otros, y alcanzaban a aquellos que
necesitaban conocer al Señor, por lo que el Señor “añadía cada día a la iglesia
los que habían de ser salvos.”
Nuestro propósito y trabajo en la iglesia, es testificar,
predicar y enseñar, expandir el evangelio, y animarnos, pero nunca podremos por
nuestra fuerza, inteligencia, o métodos hacer crecer la iglesia, aunque este
sea un buen propósito. Es Dios quien toca los corazones de las personas y las
hace que cambien de rumbo, nosotros
simplemente se nos llama a servir (1Corintios 3.5).
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