OLEO DE MURILLO DE 1668 |
Tengo una amistad a la cual admiro mucho por muchas cualidades,
pero si hay una que verdaderamente admiro es su gran paciencia que tiene
conmigo. Esta persona es muy católica
lleva toda la vida yendo a escuchar la misa, y cada vez que nos cruzamos,
siempre la invito a que un domingo asista a una de nuestras reuniones.
Una y
otra vez rehúye a la invitación pero eso si, me escucha, (por eso lo de la
paciencia), y creo que verdaderamente tiene necesidad de conocer a Dios de una
forma verdadera. La última vez que nos vimos me hizo un regalo, una estampita
con un retrato de alguien que decía que era Dios. Acepte el regalo, pero enseguida pensé que no
podía dejar de explicarla que ese retrato no correspondía con la realidad, ya
que la Biblia dice que nadie ha visto a Dios, (Juan 1.18), entonces nadie sabe cómo
es en realidad. Todo esto me hizo meditar en ¿Cómo era en realidad Jesús?
Jesús nunca posó para un retrato o una escultura, ni hubo
fotógrafos que pudieran fotografiarle. Sin embargo, Jesús ha aparecido en muchas
pinturas a lo largo de los siglos.
Damos por hecho que, ninguno de esos artistas sabía qué
aspecto tenía Jesús en realidad. A menudo, lo que determinaba cómo lo
representaban en sus obras era la cultura de la época, las creencias religiosas
o los gustos de sus clientes.
Si nos fijamos en algunas de las pinturas que representa a
Jesús vemos que algunos lo representan como un hombre débil, de cabello largo y
barba, otros le dan un aire melancólico. En otras obras, Jesús aparece como un
ser sobrenatural con una aureola en la cabeza.
La pregunta es ¿Guardan
esos retratos algún parecido con la realidad? ¿Cómo podemos saber cómo era en
realidad Jesús si nadie lo ha visto?
Una manera es examinando varios pasajes bíblicos que nos
ayudaran a imaginarnos su aspecto y, además, a verlo desde la perspectiva de la
Sagradas Escrituras.
Jesús, como todo judío de su época, tenía barba, a
diferencia de los romanos. La barba era símbolo de dignidad y respetabilidad,
de ahí que nadie la llevase larga o descuidada. No hay duda de que Jesús llevaba
la barba bien recortada y el cabello limpio y peinado.
Otra característica era que Jesús debió ser de constitución
fuerte, pues buena parte de sus 33 años de vida fue carpintero y no contaba con
las herramientas que tenemos hoy (Marcos 6.3). Esta característica nos explica
que al inicio de su ministerio expulsó del templo, sin ayuda de nadie, a todos
los que comerciaban “junto con las ovejas y el ganado vacuno, y desparramó las
monedas de los cambistas y volcó sus mesas” (Juan 2.14-17). Para hacer eso
tenía que haber sido un hombre fuerte.
Esta constitución física también la utilizo para la misión
que Dios le había preparado, ya que se necesitaba una extraordinaria
resistencia física para viajar a pie por toda Palestina y proclamar ese mensaje:
“Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de
Dios; porque para esto he sido enviado.” (Lucas 4.43).
Por otra parte Jesús no había estudiado en ninguna de sus
escuelas rabínicas, pero hablaba con autoridad, (Lucas 4.32), lo que significa
que era una persona culta e inteligente.
Jesús era una persona amable y tenía un buen trato, lo que
hacía más atractiva la invitación para
quienes estaban agobiados y cansados (Mateo 11.28-30).
Aunque es cierto que antes de morir Jesús padeció mucho
dolor físico y mental, no era una persona triste. Por ejemplo, durante un
banquete de boda celebrado en Canaán
contribuyó a la alegría de la ocasión al
convertir agua en vino muy bueno (Juan 2.1-11).
Estas cosas son definitivamente ciertas de Jesús, pero ellas
en realidad no definen como era en realidad Él. Pero lo más importante es que la Biblia nos
dice que Jesús es Dios en carne, que Él llegó a ser un ser humano (Juan 1.1,
14), Y que Jesús vino a la tierra para enseñar, sanar, corregir, y perdonarnos,
y aún más, para morir por nosotros. Jesucristo es Dios, el Creador, el Señor
Soberano.
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