Siempre he sido un firme defensor de la creatividad para llevar
el Evangelio a más personas. Creo que es bueno adoptar ciertos métodos para
evangelizar más efectivamente a ciertos sectores, aprovechando las ventajas que
el mundo moderno ofrece, internet, redes
sociales, etc. Pero hay cosas que están llegando demasiado lejos.
Me refiero a
iglesias y pastores que están introduciendo actividades que no están muy de
acuerdo con el propósito de una verdadera iglesia. Ahora están de moda las iglesias teatro, las iglesias
conciertos, las iglesias negocios, las iglesias discotecas, las iglesias cines,
las iglesias con danza aérea acrobática, y un sin número de pastores-comediantes
que organizan cultos más atractivos para
atraer a más feligreses.
Pero lo más preocupante e indignante es ver como la Iglesia
de Cristo está siendo devorada por un gran deterioro espiritual, y las personas
asisten a las iglesias dirigidas por pastores que ya no saben que espectáculos
del mundo van a adoptar para entretener, a los incautos cristianos del
verdadero evangelio de Jesús. Evangelio que debiera ser de confrontación con el
pecado para producir una vida nueva, el cual nos dice que rompamos con las
costumbres mundanas para vivir los principios del Reino.
Esta es la situación de la iglesia cristiana evangélica
actual. Una iglesia en la que los números cuentan prioritariamente, pero no la
calidad espiritual, la expansión de la cristiandad se dio y se seguirá dando a
costa de la pureza del Evangelio del Reino de Dios.
Hoy, proliferan los “profetas” que pregonan que las iglesias están disfrutando de un gran
avivamiento espiritual, pero por lo que
discernimos y nuestros ojos ven, admitimos más bien que la Iglesia se
encuentra en una desastrosa mundanalidad. ¿Qué vamos hacer los cristianos que
por la gracia y misericordia de Dios percibimos esta lamentable situación?
Muchos dicen que no debemos señalar estos errores y
desviaciones doctrinales porque es “falta de amor”, pero es todo lo contrario,
la falta de amor consistiría en permitir el engaño y la mentira. Todas las personas son responsables, en forma individual,
ante Dios, pero los cristianos tenemos la responsabilidad especial de hablar a
los que se alejan de la verdadera enseñanza. Si no lo hacemos, Él nos hará
responsables por lo que ocurra en la vida de ellos. (Ezequiel 3.18-19)
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