Cuenta la palabra de Dios que a la entrada de la puerta de
Samaria había cuatro leprosos que decidieron ir al campamento enemigo. Allí
descubrieron que el ejército de los sirios había huido. Entraron en una tienda
de campaña y comieron y bebieron, y se suplieron de plata, oro y vestidos, que escondieron. Entraron en
otra tienda de campaña, e hicieron lo mismo.
Luego se dijeron el uno al otro: «No estamos haciendo
bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta
el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos
la nueva en casa del rey.» Luego fueron a dar la buena noticia. Así se salvó de
sucumbir al hambre aquella ciudad. [1]
Los leprosos descubrieron el campamento desierto y se dieron
cuenta que sus vidas habían sido salvadas. Al principio mantuvieron las buenas
noticias para ellos, olvidando que sus familiares, amigos y vecinos estaban
muriéndose de hambre en la ciudad. Las buenas nuevas deben ser anunciadas, ya
que ninguna noticia es tan importante como la Buenas Nuevas de Jesucristo. No
debemos olvidarnos de aquellos que se están muriendo sin ellas. Nosotros no
debemos preocuparnos tanto por nuestra propia fe y rechazar anunciar las buenas
noticias a aquellos que nos rodean. Nuestras "buenas noticias" como
la de los leprosos, no deben esperar a mañana, porque quizás sea tarde.
Jesucristo tenía claro su llamado, desde pequeño El
entendió que le convenía estar en los negocios de su Padre [2]. El tenía
muy claro su llamado y por lo tanto fue
muy diligente en buscar la voluntad de Dios. Su primer discurso
ministerial comenzó con “el Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha
ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres”. [3]. El Espíritu de Dios estaba sobre El con un propósito muy específico,
anunciar las buenas nuevas, ¿A quién?, A
todo aquel que estuviera quebrantado, con heridas en el alma, con pasados poco
decorosos, con poca santidad, en busca de verdadero amor, con enfermedades.
Para todos ellos él vino a la tierra. Y durante su estancia se dedicó a
anunciarles que Él había traído buenas noticias a sus vidas. Aquel que
vivía en la obscuridad ya no tendría que hacerlo pues Él mismo era la luz. Vino
a anunciarles a toxicómanos, alcohólicos, personas que eran atormentados por adicciones
que él era infinitamente poderoso y había venido a darles reposo. Le anunció a
aquellas mujeres que habían sido maltratadas y menospreciadas que él conocía su
verdadero valor y que ya no tenían que vender sus cuerpos. Esa misma tarea de
anunciar buenas nuevas se nos ha sido encomendada. Y de igual manera que el
Señor Jesús hemos sido ungidos con el Espíritu de Dios para hacerlo. [4]
Continuemos la tarea que Jesús vino a hacer a este mundo,
anunciar buenas nuevas. Proclama libertad a los cautivos, sé la luz del mundo,
la sal de la tierra en tu hogar, trabajo, escuela y todo lugar.
Como Jesús, ten claro tu llamado y recuerda que has sido
ungido para ello.
Haz de todo lugar que pisen tus pies un lugar de buenas
nuevas.
[1].- 2 Reyes 7.9
[2].- Lucas 2.49
[3].- Lucas 4.18
[4].- Hechos 1.8
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