En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el
desierto de Judea, y diciendo:
Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. [1]
Juan predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de
vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. El mensaje que daba Juan Bautista era el de
reconocer los pecados, pues, para lograr un cambio, primero tenemos que
reconocer nuestros errores.
El trabajo de Juan no era muy agradable, pero Juan sabía
para lo que él había sido llamado por el
Señor, y no era otra cosa que denunciar intrépidamente el mal cuando y
dondequiera que lo encontraba. Si era el mismo rey Herodes el que pecaba
contrayendo un matrimonio malvado e ilegal, Juan le reprendía. Si los escribas
y los fariseos, los líderes del judaísmo ortodoxo, los jerarcas de la iglesia
de aquellos tiempos, estaban inmersos en un formalismo ritualista, Juan no
dudaba en declararlo. Si la gente corriente vivía volviéndole las espaldas a
Dios, Juan se lo decía.
Hoy en día muchos pastores, evangelistas e iglesias han recurrido a diferentes estrategias de
evangelización, con el objeto de hacer el mensaje “más accesible”. Mimos,
payasos, coreografías, globos, luces de colores, máquinas de humo, parecen ser
la solución para que el hombre se vuelva a Dios, pero no nos damos cuenta que
esto no es Bíblico, el verdadero evangelio que lleva a la salvación del hombre
viene precedido de un verdadero arrepentimiento.
El mismo Jesús cuando empezó a predicar lo hizo de una manera
contundente Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado" [2]
El Hijo de Dios llegó con una respuesta clara y definitiva
para la raza humana, El vino a traer soluciones reales y a enseñar la verdad.
Cuando Jesús abrió su boca no habló de psicología, ni de filosofía, ni de
ciencia, ni de religión. Tampoco dijo hagan rezos, vayan al culto, canten
himnos o únanse a tal o cual denominación. Ni siquiera dijo a la gente que
hicieran devocionales por las mañanas o que empezaran a leer la Biblia, El dijo, arrepiéntase. El dejó muy claro que la primera
clave para poder entrar en las bendiciones de Dios es tener un genuino
arrepentimiento.
Sin arrepentimiento no hay entrada al Reino de los Cielos, y esto lo dejo establecido desde su primer mensaje. Si hubiera habido otro mensaje más urgente o más importante para la humanidad seguramente El lo habría dicho, pero no fue así.
Sin arrepentimiento no hay entrada al Reino de los Cielos, y esto lo dejo establecido desde su primer mensaje. Si hubiera habido otro mensaje más urgente o más importante para la humanidad seguramente El lo habría dicho, pero no fue así.
Jesús nunca dijo a sus discípulos que le hablaran a la
gente de humanismo o de prosperidad económica o de religión. El les dio el
mismo mensaje que había recibido de su Padre:
Les mando a predicar arrepentimiento. "Y les mandó
que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; Ni alforja, ni pan,
ni dinero en el cinto... Y saliendo, predicaban que los hombres se
arrepintiesen" [3]
Y después de su resurrección mando que el mensaje que convertiría a las naciones sería ese. El no les dio otro. "Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén" [4]
Y después de su resurrección mando que el mensaje que convertiría a las naciones sería ese. El no les dio otro. "Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén" [4]
No tratemos de adornar la salvación con las guirnaldas de
las buenas intenciones, ni con los coloridos globos del entusiasmo humano. La
entrada al Reino de los Cielos viene precedido de un verdadero arrepentimiento,
y no se necesita envolverlo en un papel mundano para que sea acepto a los
pecadores.
El primer paso para volvernos hacia Dios es confesar
nuestros pecados, arrepentirnos, como Juan nos urge a que hagamos. Luego Dios
nos recibirá y nos ayudará a vivir la vida que quiere que vivamos. Recuerde que
solo Dios puede librarnos del pecado.
[1].- Mateo 3.2
[2].- Mateo 4.17
[3].-Marcos 6.8 y 12
[4].-Lucas 4.47
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