Este fin de semana han comenzado la vacaciones estivales,
cuando he preguntado a un compañero donde se iba de vacaciones, me ha
contestado con una expresión que hacía mucho no oía “Este verano voy a tirar la casa por la
ventana” Esta expresión tiene su significado a fines del siglo dieciocho y principios del
diecinueve. Hubo una costumbre muy curiosa que se popularizó en España a raíz
de la lotería instaurada en 1763 por orden del rey Carlos III.
Las personas que
resultaban premiadas por la lotería tiraban por las ventanas todos sus muebles
y enseres viejos. Con eso daban a entender que desde ese momento comenzaba para
ellas una nueva vida de lujo y riqueza. La idea era de despojarse de todo lo viejo a fin de
revestirse de lo nuevo. Con ese simbolismo se reflejan el deseo que todo hombre y mujer
tenemos de deshacernos de las cosas viejas y adquirir cosas nuevas en su lugar.
Eso no tiene nada de extraño; es más, es común y corriente en la condición
humana.
Pero cuidado hay veces que lo enfocamos mal, nos salimos de
lo establecidos por Dios y solo buscamos cambiar lo “viejo” por lo “nuevo” para
nuestro bienestar.
Eso es cuando queremos cambiar a nuestra fiel esposa, por una nueva amante, o cuando perseguimos a
todo trapo el dinero, el poder y la fama, en lugar de buscar la paz interior,
la satisfacción de ser buen esposo o buena esposa, buen padre o buena madre,
buen hijo o buena hija, buen amigo o buena amiga.
Pablo se dirige a los
feligreses de la iglesia de Efesio y les da un gran consejo: En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos.
[1]
Nuestra vieja manera de vivir, la que teníamos antes de que
creyéramos en Cristo, es cosa del pasado. Debemos dejarla atrás como ropa vieja
que necesita desecharse. Esto es tanto una decisión que hacemos para toda la
vida cuando decidimos aceptar el regalo de salvación que Cristo nos da, como un
compromiso consciente diario. No andamos por impulsos ni deseos. Debemos
ubicarnos en nuestro nuevo papel, apuntar en la nueva dirección y apropiarnos
de la nueva línea de pensamiento que el Espíritu Santo nos da.
Me gusta mucho una historia de la Biblia [2], esta nos
cuenta la historia de un hombre llamado Mefiboset hijo de Jonatán, la historia
comienza cuando David dijo: ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga
yo misericordia por amor de Jonatán? Y
había un siervo de la casa de Saúl, que se llamaba Siba, al cual llamaron para
que viniese a David. Y el rey le dijo: ¿Eres tú Siba? Y él respondió: Tu
siervo.
El rey le dijo: ¿No
ha quedado nadie de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia de Dios? Y
Siba respondió al rey: Aún ha quedado un hijo de Jonatán, pero este hombre esta
lisiado de los pies. El rey David no le importo la condición de Mefibosef y le izo llamar, Y vino Mefi-boset, hijo de
Jonatán hijo de Saúl, a David, y se postró sobre su rostro e hizo reverencia. Y
dijo David: Mefiboset. Y él respondió: He aquí tu siervo. Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré
contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las
tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa.
David restauro a Mefiboset de un lugar de abandono a un
lugar de honor. Lo trajo al lugar de abundancia, nada menos que a la corte
misma del rey. Dios nos ha tomado de donde estábamos, lisiados, cojos, llenos
de harapos, sin futuro y Dios nos recibe sin importarle nuestra condición y nos
lleva a donde el esta: a un lugar de compañerismo con El. David adopto a
Mefiboset incluyéndole en su familia, y se convirtió en unos de los hijos del
Rey.
Tira por la ventana todo que te impida da un paso hacia una
nueva vida, despójate del viejo hombre, y revístete con la nueva vida en Cristo
Jesús. Al Señor no le importa tu condición, te recibirá como un hijo suyo y te
sentara en su mesa, y pasaras a formar parte de su familia.
[1].-Efesios 4.22
[2].- 2 Samuel 9.1-13
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