06 abril 2014

Evangelio edulcorado

He recibido un correo de un buen amigo en el cual me compartía varias cosas, entre las cosas que me comentaba había una que me llamo mucho la atención, decía: Alguien ha dicho que lo que se predica hoy desde nuestros púlpitos es un Evangelio edulcorado. Estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación, pienso que estamos vivimos en una época en que la buena noticias del Evangelio se ha convertido en algo tan de uso común que ha dejado de ser Evangelio. 


Parece que seguir a Cristo no tiene porque implicar ningún cambio en nuestra vida, como si ser discípulo de Jesús fuese algo semejante a ponerse una pegatina que diga «Soy cristiano», y eso sería todo. Con la invitación a seguir a Cristo que se extiende desde algunos pulpitos o emisoras de radio da la impresión que lo único que se requiere del que acepte tal invitación es decir algunas palabras, creer intelectualmente o caminar por el pasillo hacia el frente, sin tener que cambiar nada. Jesús dijo a todos los que lo escuchaban: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame». [1]

Hay una historia en la Biblia [2], que nos cuenta la conversión del  apóstol Pablo, este se encontró con Jesús en el camino que conducía a Damasco, y allí encontró su propio final, pues este encuentro extraordinario fue el punto final al odio que había respirado contra los cristianos, el final de su orgullo, de su justicia propia, de su nacionalismo, de sus esperanzas, de sus sueños y de sus objetivos.

Cierto día invitaron a un predicador a compartir en una iglesia, este hombre comenzó su sermón de la siguiente manera:
Yo creo que Dios hace milagros, yo creo que Dios sana enfermos, yo creo que Dios echa fuera demonios, ¿Cómo no voy a creer en los milagros?, si yo personalmente he sido sanado, pero yo no les voy a decir a ustedes que el principal motivo por el que  estoy aquí en esta noche es para sanar su cáncer, ni para levantar a los paralíticos, ni para prosperar tu vida, ni tu bolsa.
Estoy aquí para decirle, que aunque usted dance, levante las manos y hable en lenguas, si no deja de pecar se va a ir para el infierno.
Estoy aquí en esta noche para hablarles la realidad, que no importa que usted sea evangélico, católico, Pentecostal,  o Bautista, si no se arrepiente ira al infierno.
Estoy aquí en esta noche para decirle, que aunque usted cante en el coro de su iglesia, toque guitarra, sea pastor, evangelista o sea diácono. No importa que des tu diezmo, tus ofrendas, tus limosnas, si no te conviertes y te santificas, te va al infierno.

Este es el verdadero mensaje que se debería predicar hoy en día en nuestras iglesias, el mensaje de salvación a través de un arrepentimiento sincero y genuino,  no la sanidad de tu cuerpo, no tu prosperidad, no tu vida material, la prioridad es que os tenéis que arrepentiros y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, este es el verdadero Evangelio, el Evangelio que se debería predicar en todas y cada una de nuestras iglesias.

[1].- Lucas. 9. 23

[2].- Hechos 9.1-19

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