He recibido un correo de un buen amigo en el cual me compartía
varias cosas, entre las cosas que me comentaba había una que me llamo mucho la
atención, decía: Alguien ha dicho que lo que se predica hoy desde nuestros
púlpitos es un Evangelio edulcorado. Estoy totalmente de acuerdo con esta
afirmación, pienso que estamos vivimos en una época en que la buena noticias del
Evangelio se ha convertido en algo tan de uso común que ha dejado de ser Evangelio.
Parece que seguir a Cristo no tiene porque implicar ningún cambio en nuestra
vida, como si ser discípulo de Jesús fuese algo semejante a ponerse una
pegatina que diga «Soy cristiano», y eso sería todo. Con la invitación a seguir
a Cristo que se extiende desde algunos pulpitos o emisoras de radio da la
impresión que lo único que se requiere del que acepte tal invitación es decir
algunas palabras, creer intelectualmente o caminar por el pasillo hacia el
frente, sin tener que cambiar nada. Jesús dijo a todos los que lo escuchaban:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada
día, y sígame». [1]
Hay una historia en la Biblia [2], que nos cuenta la
conversión del apóstol Pablo, este se
encontró con Jesús en el camino que conducía a Damasco, y allí encontró su
propio final, pues este encuentro extraordinario fue el punto final al odio que
había respirado contra los cristianos, el final de su orgullo, de su justicia
propia, de su nacionalismo, de sus esperanzas, de sus sueños y de sus
objetivos.
Cierto día invitaron a un predicador a compartir en una
iglesia, este hombre comenzó su sermón de la siguiente manera:
Yo creo que Dios hace milagros, yo creo que Dios sana
enfermos, yo creo que Dios echa fuera demonios, ¿Cómo no voy a creer en los milagros?,
si yo personalmente he sido sanado, pero yo no les voy a decir a ustedes que el
principal motivo por el que estoy aquí en esta noche es para sanar su
cáncer, ni para levantar a los paralíticos, ni para prosperar tu vida, ni tu
bolsa.
Estoy aquí para decirle, que aunque usted dance, levante las
manos y hable en lenguas, si no deja de pecar se va a ir para el infierno.
Estoy aquí en esta noche para hablarles la realidad, que no
importa que usted sea evangélico, católico, Pentecostal, o Bautista, si no se arrepiente ira al
infierno.
Estoy aquí en esta noche para decirle, que aunque usted
cante en el coro de su iglesia, toque guitarra, sea pastor, evangelista o sea diácono.
No importa que des tu diezmo, tus ofrendas, tus limosnas, si no te conviertes y
te santificas, te va al infierno.
Este es el verdadero mensaje que se debería predicar hoy en día
en nuestras iglesias, el mensaje de salvación a través de un arrepentimiento
sincero y genuino, no la sanidad de tu
cuerpo, no tu prosperidad, no tu vida material, la prioridad es que os tenéis
que arrepentiros y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, este es
el verdadero Evangelio, el Evangelio que se debería predicar en todas y cada
una de nuestras iglesias.
[1].- Lucas. 9. 23
[2].- Hechos 9.1-19
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