He estado escuchando un programa en la radio que me ha
llamado mucho la atención. Hablaban de que la esposa del pastor de una iglesia
trabaja como asistenta en una casa, y esta había invitado a su jefa el domingo
a la reunión, lo más llamativo de toda esta historia es que la señora fue con
una actitud receptiva a la reunión, lo que la llevo a aceptar a Jesucristo como
Señor y Salvador de su vida. Que esta Sra. fuese a la reunión con esa actitud receptiva
fue el precioso trabajo de la esposa del pastor que día a día testificaba a su jefa, con su trabajo y comportamiento la
vida nueva en Cristo Jesús.
Debemos afirmar, por una parte, que el lugar de trabajo es
un lugar privilegiado para ser una persona de buenas nuevas, para transmitir
verbalmente esas buenas nuevas con los que aún no se han identificado con
ellas, y por otra parte, debemos también confesar que una parte importante del
cristianismo no ha considerado el lugar de trabajo como un territorio de
evangelización en el cual podemos y debemos testificar de la nueva vida en
Cristo Jesús-
Durante algún tiempo trabaje en la construcción. Cada mañana
junto a otro hermano orábamos antes del
comienzo de la jornada laboral. Siempre mantuvimos nuestra postura y nuestro
comportamiento fue correcto dentro de las barbaridades que allí se comentaban.
En la hora de la comida era un periodo de pruebas para nosotros, ya que a no
negar nunca de nuestra fe, éramos constantemente atacados con chistes obscenos,
chismes, palabras, poster, etc, pero nunca entramos en su juego, nos
manteníamos en una mina de carbón oscura y estrecha pero si mancharnos de la
conducta corrupta y secular.
Estábamos convencidos, que Dios nos puso en ese lugar con un
propósito. Cierto día Dios nos mostro lo que teníamos que hacer: [1] “Vosotros sois
la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni
se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y
alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos.” Nunca nos escondimos y nunca negamos de nuestra Fe, y lo
que ocurrió fue que varios compañeros vieron nuestra forma de actuar y
glorificaron a Dios, agregándose al grupo de oración que cada día antes del comienzo de la jornada laboral
poníamos en manos de Dios cada situación que vivíamos.
Hay una historia en la Biblia, [2] acerca de un gran general de
los ejércitos de Siria, pero con un gran problema era leproso. Dios en su plan
providencial de revelar su poder y majestad al rey sirio situó a una
muchacha en el hogar de Naamán como trabajadora de hogar. La muchacha israelita
tenía la certeza de que si Naamán visitaba al gran profeta Eliseo, de su
país, se curaría de la lepra. Hay tres aspectos que se destacan en esta muchacha: 1) era
una creyente devota al Señor, 2) sabía que la pusieron de manera
providencial en el hogar del general afligido; y 3) tenía la valentía
espiritual para testificar del poder de Dios que salva y sana. Debemos mantener
la convicción de que somos responsables de cumplir la gran comisión y que estamos en el lugar que estamos con
el propósito de testificar de su poder y misericordia. Por último, debemos
orar con regularidad para que Dios nos dé su victoria sobre el temor
y para que nos imparta el don del denuedo y permita que nuestra luz
ilumine los lugares oscuros. Si no hubiera sido por el testimonio de
la muchacha cautiva, Naamán hubiera
muerto de lepra y Siria hubiera sido privada de un gran líder que creyó
y exaltó grandemente al Señor. La muchacha judía podría haber sido
indiferente por el resentimiento de la cautividad, pero obedeció a
Dios y su fidelidad se narra en un libro que se leería durante miles
de años.
Ese en nuestro acometido en nuestro lugar de trabajo, hace
brillar la luz de Cristo con nuestro comportamiento, con nuestro trabajo, con
nuestro gozo. Seguro que a ustedes les pasa lo mismo que a mí que nuestros
compañeros no tiene ningún interés en ir
al cielo o al infierno. Ellos sólo quieren saber cómo enfrentar el lunes y llegar
al fin de semana. Por ello, cuando nos ven llegar a nuestro puesto de trabajo
con el gozo del Señor Jesús en nuestro rostro, nos preguntarán: “¿Qué te hace a
ti tan feliz?”
En ese momento tenemos la oportunidad de compartir al Señor Jesucristo con nuestros compañeros, jefes, clientes.
En ese momento tenemos la oportunidad de compartir al Señor Jesucristo con nuestros compañeros, jefes, clientes.
El evangelio de Dios no ha llegado a su destino final si
alguien en tu centro de trabajo, no ha oído acerca de Jesucristo. Asegurémonos de contribuir, de alguna manera, al círculo de
esparcimiento del mensaje de amor de Dios.
[1].- Mateo 5.14-16
[2].- 2 Reyes 5
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