30 marzo 2014

La importancia de saber perder

Vivimos en una sociedad muy competitiva en la que todos quieren ganar y triunfar con rapidez, olvidándonos en ocasiones de que debemos saber actuar correctamente tanto en la victoria como en la derrota y comportarnos siempre con respeto hacia nuestros rivales. En el deporte o en todas aquellas acciones en las que tenemos que competir siempre habrá un ganador y un perdedor, y no siempre gana o pierde el mismo.



 Este pensamiento hay que tenerlo presente cuando tenemos que competir en algún ámbito de nuestra vida, para no dejarnos influir en exceso por los triunfos ni por las derrotas.
Las victorias son bonitas, pero siempre hay que tener cuidado,  porque después de una se corre el riesgo de una derrota y esta  nos puede desmoralizar y afectarnos en el futuro. Aunque la derrota no sea tan grande, corremos el peligro de que, como estamos acostumbrados a la victoria cuando  llegan las derrotas nos las sabemos asimilar y por lo tanto nos deprimen. Hay que aprender a saber ganar como también saber perder, ambas son importantes en la vida.

Es esencial saber comportarnos con nuestros rivales y  cuando esto ocurra, nuestra actitud debe ser cordial y nunca buscar justificación a nuestra derrota  ya sea en el deporte o en otro ámbito de nuestra vida como el profesional, y felicitar a quien ganó con prontitud. No debemos enfadarnos ni enfrentarnos a nuestro rival, y en ningún momento podemos faltarles el respeto porque creamos que el resultado ha sido injusto. En el caso de que así fuese, tendremos que aceptarlo igualmente, mejor hacerlo con elegancia, pero nunca podemos perder los nervios o las formas.
Vivimos en un mundo competitivo en el que estamos acostumbrados a ganar a cualquier precio,  pero es bueno entender que hay momentos en los que tenemos que perder, Dios en la Biblia nos enseña, que para ganar primero hay que perder, (Juan 12.24), De cierto, de cierto les digo que, si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.

Hoy en día nos enseñan que perder es malo. Por eso nos encontramos personas orgullosas que no quieren reconocer la derrota, y mucho menos reconocer cuando cometen errores hacia los demás. Yo, como cristiano  he tenido derrotas, como estudiante he tenido fracasos, como padre, esposo, hijo, amigo, familiar, he metido la pata, he perdido batallas, y no le temo a esa palabra, porque son lecciones que uno aprende para no volver a cometer los mismos errores. Hay un doctrina que muestran un evangelio de sólo triunfos y no es así, en la vida cristiana también hay derrotas, pero gracias a Dios sabemos afrontarlas, con alegría, con caballerosidad, con elegancia y sobre todo reconociendo el triunfo de nuestro rival.


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