Vivimos en una sociedad muy competitiva en la que todos
quieren ganar y triunfar con rapidez, olvidándonos en ocasiones de que debemos
saber actuar correctamente tanto en la victoria como en la derrota y
comportarnos siempre con respeto hacia nuestros rivales. En el deporte o en todas aquellas acciones en las que
tenemos que competir siempre habrá un ganador y un perdedor, y no
siempre gana o pierde el mismo.
Este pensamiento hay que tenerlo presente cuando tenemos que competir en algún ámbito de nuestra vida, para no dejarnos influir en exceso por los triunfos ni por las derrotas.
Este pensamiento hay que tenerlo presente cuando tenemos que competir en algún ámbito de nuestra vida, para no dejarnos influir en exceso por los triunfos ni por las derrotas.
Las victorias son bonitas, pero siempre hay que tener
cuidado, porque después de una se corre
el riesgo de una derrota y esta nos puede
desmoralizar y afectarnos en el futuro. Aunque la derrota no sea tan grande, corremos
el peligro de que, como estamos acostumbrados a la victoria cuando llegan las derrotas nos las sabemos asimilar y
por lo tanto nos deprimen. Hay que aprender a saber ganar como también saber
perder, ambas son importantes en la vida.
Es esencial saber comportarnos con
nuestros rivales y cuando esto ocurra, nuestra
actitud debe ser cordial y nunca buscar justificación a nuestra derrota ya sea en el deporte o en otro ámbito de
nuestra vida como el profesional, y felicitar a quien ganó con prontitud.
No debemos enfadarnos ni enfrentarnos a nuestro rival, y en ningún momento podemos faltarles el respeto porque creamos que el resultado ha sido injusto. En el caso
de que así fuese, tendremos que aceptarlo igualmente, mejor hacerlo
con elegancia, pero nunca podemos perder los nervios o las formas.
Vivimos en un mundo competitivo en el que estamos
acostumbrados a ganar a cualquier precio, pero es bueno entender que hay momentos en los
que tenemos que perder, Dios en la Biblia nos enseña, que para ganar primero
hay que perder, (Juan 12.24), De cierto, de cierto les digo que, si el grano de
trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho
fruto.
Hoy en día nos enseñan que perder es malo. Por eso nos
encontramos personas orgullosas que no quieren reconocer la derrota, y mucho
menos reconocer cuando cometen errores hacia los demás. Yo, como cristiano he tenido derrotas, como estudiante he tenido
fracasos, como padre, esposo, hijo, amigo, familiar, he metido la pata, he perdido batallas, y no le temo a esa palabra, porque son lecciones
que uno aprende para no volver a cometer los mismos errores. Hay un doctrina
que muestran un evangelio de sólo triunfos y no es así, en la vida cristiana
también hay derrotas, pero gracias a Dios sabemos afrontarlas, con alegría, con
caballerosidad, con elegancia y sobre todo reconociendo el triunfo de nuestro
rival.
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