He estado hablando con una familia que abandono la iglesia
porque se sintió maltratada por el pastor. Cuando hablo de maltrato quiero que
se entienda por el castigo que someten
pastores cuando predican, y que
en sus mensajes destilan odio, ira, resentimiento, y que cuando se entera que
alguien tiene algún problema, lo usa como una anécdota en sus mensajes.
Muchas
veces por no decir siempre, cuando nos ocurre algo parecido siempre pagamos
nuestros enfados con la misma persona “Dios”. Aunque estos hermanos tuvieran
toda la razón del mundo creo que no es la mejor postura dejar de congregarse. Podremos tener mil y una razones para no ir a
la Iglesia, pero la verdad es que necesitamos la comunión con el Cuerpo de
Cristo. Una de las escusas que ponemos para no volver a congregarnos es que nos sentimos molestos por la postura del pastor y pensamos que en en la demás iglesia nos van a tratar igual, pero no es así, porque no todos los pastores, ni tan siquiera
los cristianos somos todos iguales. No
debemos fijarnos en lo malo, porque seguro que siempre vamos a encontrar algún
defecto en nuestros hermanos, más bien fijémonos en lo bueno que seguro que lo
hay y mucho.
Jesús antes de elegir a sus primeros discípulos, subió a la
montaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Él habló a
Su Padre en oración acerca de a quiénes elegiría para que fueran sus doce
apóstoles, los doce que El formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a
predicar la Buena Nueva en su nombre. El les dio el poder de expulsar a los
demonios. Les dio el poder para curar a los enfermos. Ellos vieron cómo Jesús
obró incontables milagros. Ellos mismos obraron en su nombre numerosos
milagros.
Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que
había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavó los pies, que lo vio
caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a
los pecadores, traicionó al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió que
Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas Jesús no
eligió a Judas para que lo traicionara. Él lo eligió para que fuera como todos
los demás. Pero Judas fue siempre libre y usó su libertad para permitir que
Satanás entrara en él y, por su traición, terminó haciendo que Jesús fuera
crucificado y ejecutado.
Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la
primera Iglesia asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único
en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia
habría estado acabada antes de comenzar a crecer.
En vez de centrarse en aquel que traicionó a Jesús, se
centraron en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor
por Cristo, nosotros estamos aquí hoy.
Es gracias al resto de discípulos todos los cuales, excepto Juan, fueron martirizados por Cristo y por el
Evangelio, por el cual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamar el
evangelio.
Hoy podemos centrarnos en aquellos que traicionan al Señor, que
fallan al Señor y al prójimo, en aquellos que abusaron en vez de amar, en los
que miran por sus propios intereses y no por los del prójimo, o, como la
primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido
fieles, esos hombres y mujeres que siguen ofreciendo sus vidas para servir a
Cristo y para servirles al prójimo por amor.
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