24 febrero 2013

Fijémonos en lo bueno


He estado hablando con una familia que abandono la iglesia porque se sintió maltratada por el pastor. Cuando hablo de maltrato quiero que se entienda por el castigo que someten  pastores cuando predican,  y que en sus mensajes destilan odio, ira, resentimiento, y que cuando se entera que alguien tiene algún problema, lo usa como una anécdota en sus mensajes. 

Muchas veces por no decir siempre, cuando nos ocurre algo parecido siempre pagamos nuestros enfados con la misma persona “Dios”. Aunque estos hermanos tuvieran toda la razón del mundo creo que no es la mejor postura dejar de congregarse.  Podremos tener mil y una razones para no ir a la Iglesia, pero la verdad es que necesitamos la comunión con el Cuerpo de Cristo. Una de las escusas que ponemos para no volver a congregarnos es que nos sentimos molestos por la postura del pastor y pensamos que en en la demás iglesia nos  van a tratar igual, pero no es así,  porque no todos los pastores, ni tan siquiera los cristianos somos  todos iguales. No debemos fijarnos en lo malo, porque seguro que siempre vamos a encontrar algún defecto en nuestros hermanos, más bien fijémonos en lo bueno que seguro que lo hay y mucho.
Jesús antes de elegir a sus primeros discípulos, subió a la montaña a orar toda la noche. En ese tiempo tenía muchos seguidores. Él habló a Su Padre en oración acerca de a quiénes elegiría para que fueran sus doce apóstoles, los doce que El formaría íntimamente, los doce a quienes enviaría a predicar la Buena Nueva en su nombre. El les dio el poder de expulsar a los demonios. Les dio el poder para curar a los enfermos. Ellos vieron cómo Jesús obró incontables milagros. Ellos mismos obraron en su nombre numerosos milagros.
Pero, a pesar de todo, uno de ellos fue un traidor. Uno, que había seguido al Señor, uno, a quien el Señor le lavó los pies, que lo vio caminar sobre las aguas, resucitar a personas de entre los muertos y perdonar a los pecadores, traicionó al Señor. El Evangelio nos dice que él permitió que Satanás entrara en él y luego vendió al Señor por treinta monedas Jesús no eligió a Judas para que lo traicionara. Él lo eligió para que fuera como todos los demás. Pero Judas fue siempre libre y usó su libertad para permitir que Satanás entrara en él y, por su traición, terminó haciendo que Jesús fuera crucificado y ejecutado.
Este es un hecho que debemos asumir. Es un hecho que la primera Iglesia asumió. Si el escándalo causado por Judas hubiera sido lo único en lo que los miembros de la primera Iglesia se hubieran centrado, la Iglesia habría estado acabada antes de comenzar a crecer.
En vez de centrarse en aquel que traicionó a Jesús, se centraron en los otros once, gracias a cuya labor, predicación, milagros y amor por Cristo, nosotros estamos aquí hoy.
Es gracias al resto de discípulos  todos los cuales, excepto  Juan, fueron martirizados por Cristo y por el Evangelio, por el cual estuvieron dispuestos a dar sus vidas para proclamar el evangelio.
Hoy podemos centrarnos en aquellos que traicionan al Señor, que fallan al Señor y al prójimo, en aquellos que abusaron en vez de amar, en los que miran por sus propios intereses y no por los del prójimo, o, como la primera Iglesia, podemos enfocarnos en los demás, en los que han permanecido fieles, esos hombres y mujeres que siguen ofreciendo sus vidas para servir a Cristo y para servirles al prójimo por amor. 

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