¡Cuántas veces hemos escuchado
que la Iglesia debe modernizarse! Muchos sueñan con una Iglesia que cambie
ciertos conceptos para adaptarlos a las realidades del mundo. Como si las Buenas
Noticias de Jesucristo estuviesen obsoleto y que debería cambiar, acomodándolas
a las diferentes realidades de quienes viven en el error o en el pecado.
No debemos permitir que la
Iglesia acepte como bueno lo que en realidad está mal. Que nos enseñen a llevar
más fácil la vida, más llevadera la cruz, o que genere siempre el calmante para
el dolor personal, o la solución para cualquier problema, ya sea afectivo,
económico o laboral, con una doctrina diferente a lo que dice la Biblia.
Pablo se
dirigía a la iglesia de Colosas, y les alertaba del peligro que hay en tratar
de modernizar al evangelio. “¡Ojo! Que nadie los aleje del camino correcto. No se dejen engañar por gente que viene con ideas falsas y palabras que no significan nada. Esas ideas vienen de los poderes espirituales del mundo y de las tradiciones de los hombres, no vienen de Cristo".
(Colosenses 2.8 PDT). Es cierto que ellos necesitaban adaptar los métodos que tenían para alcanzar a sus vecinos, pero la equivocación residía en tratar de modificar el mensaje. Su sed por la novedad era más fuerte que su fidelidad. Tenemos que recordar que para el cristiano, el éxito reside, no en producir algo "nuevo" sino en transmitir fielmente lo antiguo.
(Colosenses 2.8 PDT). Es cierto que ellos necesitaban adaptar los métodos que tenían para alcanzar a sus vecinos, pero la equivocación residía en tratar de modificar el mensaje. Su sed por la novedad era más fuerte que su fidelidad. Tenemos que recordar que para el cristiano, el éxito reside, no en producir algo "nuevo" sino en transmitir fielmente lo antiguo.
Tenemos que aprender de Jesús, El
nunca cambio el contenido del mensaje de
salvación, fue directo y les hablo siempre con la verdad, nunca les tapo el
pecado, y lo primero que comenzó a ensenarles fue que tenían que arrepentirse,
jamás escondió su deseo de que las personas fueran salvas, aunque este mensaje
no fuese del agrado de muchos oyentes, y abandonasen la congregación. Pero a
Jesús no le importaba tanto el número sino la salvación de las personas.
Jesús se
compadeció de los pecadores, abogó con ellos, suspiró por ellos, les advirtió,
y lloró por ellos; pero nunca buscó darle un mensaje que solo les complaciese. Cuando
muchos de sus discípulos le dan la espalda debido a la naturaleza penetrante de
su predicación, no encontramos ningún
intento por retenerlos para hacer crecer
a una congregación.
No le oímos a Jesús diciendo: "Debemos mantener la
iglesia de cualquier forma: así que decirles a vuestros amigos que tendremos un
culto diferente mañana. Algo más corto y atractivo, con poca, predicación. Tendremos una mañana agradable con
café y dulces para la gente que nos visiten. Diles que ellos seguramente lo
disfrutarán, tenemos que conseguir más gente
de algún modo; si no por el Evangelio, por otros medios.
No, así no
es como Jesús reacciona, Él simplemente se dirige a las personas allí
congregadas y les dice “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha
acercado” (Mateo 3.2)
Al oír estas
palabras muchos se volvieron atrás, y ya no andaban con él, pero la enseñanza
de Jesús no cambia, es igual ayer, hoy y mañana, y no da lugar a equivocaciones.
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