No es fácil estar con una persona que está sufriendo mucho debido a su enfermedad. Nos hace sentirnos incómodos, no sabemos qué hacer o que decir, y nos preocupa saber lo que tenemos que hablar o responder a lo que escuchamos.
Cuando nos dirigimos a estas personas decimos cosas que salen más de nuestros propios miedos que de nuestra preocupación por la persona que allí están. A veces decimos cosas como: “estás mejor que ayer”, “tranquilo pronto pasara todo” o “no te preocupes seguro de que superarás esta situación”
Pero muy a menudo nosotros sabemos que lo que estamos diciendo no es verdad, y estas personas también lo saben.
No tenemos que inventar situaciones para intentar animar a las personas que están pasando por situaciones difíciles en los Hospitales. Podemos decir, sencillamente: “Soy tu amigo”, “me alegra poder estar contigo”, y esto podemos decirlo, en palabras, agarrado de la mano, o en un cariñoso silencio.
Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos. (1 Tesalonicenses 2.8)
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