13 junio 2020

“Hacer justicia, amar la misericordia y caminar humildemente”


Vivimos tiempos difíciles y complicados: Después de la pandemia del Covd-19, y cuando parece que va todo un poco mejor, nos llega el bombardeo por parte de los políticos, con razón o menos razón de lo que sea hecho mal, de lo que se ha hecho bien, de lo que se debería haber hecho, y de lo que no se debería haber hecho en esta pandemia. Pero como dice el dicho “Agua pasada no mueve molino”. Esto quiere decir que de nada sirve pasar el tiempo lamentándose de no haber hecho algo que ya no está a nuestro alcance.

Por otro lado cuando entendemos que los dirigentes políticos deberían estar enfocados, a la búsqueda de soluciones y acuerdos que permitan solucionar los problemas de los ciudadanos causados por la pandemia, la mayoría están envueltos en una serie de reproches e insultos destinados a crispar al adversario.

No llegan hay todos los problemas, durante estas dos últimas semanas, en muchos países sobre todo en EE.UU se han  propagando protestas por el asesinato de George Floyd, algunas  demasiados violentas, con enfrentamientos, saqueos e incendios.

Como cristiano me preocupa todo esto, sobre todo por la crispación que conlleva toda esta violencia tanto en un lugar como en el otro, y que solo genera odio y rencor, y nos preguntamos ¿Qué podemos hacer? Algunos de mis amigos y conocidos me han preguntado acerca de mi silencio en cuanto a todo esto, y no es que no haya estado pensando y orando mucho sobre estos problemas. Pero no tengo el poder para presentar una línea de pensamiento que remedie el problema y nos traiga la solución a todos.

El gobierno, como una extensión de la justicia de Dios, debería ser justo en todos estos temas, pero nosotros también tenemos una obligación ante Dios. No debemos devolver el mal por el mal, sino vencer el mal con el bien. Nuestra responsabilidad como embajadores de Cristo es clara: hacer justicia, amar la misericordia y caminar humildemente con nuestro Dios (Miqueas 6.8).

Esta es una batalla que requiere una solución espiritual. Es un momento para arrodillarnos y orar por la intervención del Señor: para que Dios de sabiduría a nuestros líderes, para que prevalezca la verdad, para que sus corazones cambien, para que se extienda la gracia.

Algunos pueden pensar que todo esto no es suficiente, pero es lo que Dios me ha dotado y es lo mejor que ser hacer. Voy a mantenerme en el trabajo que Dios me  ha dado para llevar a cabo: Amar y ayudar al prójimo y enseñar la verdad del evangelio, incluidas las verdades de la dignidad humana, la igualdad, la justicia y la paz que la gracia de Dios puede brindar a cada uno de nosotros que vive las  virtudes cristianas. Sigo comprometido a mantener mis manos en ese arado, sirviendo al reino, y no entorpeciéndome en las cosas del mundo.

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