05 febrero 2018

No hay que ser conformado, sino transformado

Cuando aceptamos a Cristo como Señor y Salvador aunque definitiva, no resuelve de una vez por todos los conflictos de la vida. Diariamente enfrentamos circunstancias que requieren decisiones de nuestra parte. Tenemos que decidir si vamos a someternos a lo que Dios nos pide en tal o cual situación o no. Aunque debemos ser obedientes a lo que Él nos ha enseñado siempre, a veces no lo hacemos.


Por eso, Pablo pide, en base a lo que Dios ha hecho por nosotros, que vivamos de una manera distinta. Nuestro estilo de vida no debe ser igual a quienes no conocen a Cristo. En lugar de ser conformados al patrón que el mundo sigue en la actualidad, debemos ser transformados.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. (Romanos 12.2)

La palabra que Pablo usa para describir esta modificación es “metamorfosis”, que describe la trasformación que experimentan las mariposas; la cual pasa de ser un animal poco atractivo a ser otro que se admira en todo el mundo por su belleza. La variación cambia por completo su estilo de vida y su apariencia.

En 2 Corintios 3.18, Pablo utiliza esta misma palabra para describir el cambio tan radical que se opera en la vida de los hijos de Dios, pero que no afecta a su apariencia física. Es un cambio en la naturaleza del hombre. Al mirar detenidamente la gloria del Señor y al conocerle tal como Él es, somos transformados a su imagen. En lugar de copiar el patrón que este mundo ha establecido, debemos fijarnos en la gloria de Cristo e imitarle a Él.

Esta transformación se realiza por medio de la renovación de nuestra forma de ver las cosas. La mentalidad del hombre natural no puede producir el estilo de vida que agrada a Dios. El Espíritu de Dios produce una nueva manera de pensar que nos motiva a vivir en forma diferente. Así podemos reconocer la voluntad de Dios y poner en práctica lo que le agrada a Él.

Cuando nacimos de nuevo, Dios nos dio una nueva mentalidad para que pudiéramos discernir lo que es bueno, aceptable y perfecto, de tal manera que a través de nuestra obediencia a su voluntad el mundo pueda ver a Dios a través de nosotros. Por lo tanto, no debemos permitir que nuestra vida sea conformada por las reglas de este mundo, el cual se caracteriza por la desobediencia a las normas divinas y por su rebeldía contra Dios y su autoridad.

El sistema está dominado por Satanás, quien intenta tomar el lugar de Dios y dejarlo fuera. Tiene “apariencia de piedad” pero niega la fuente del poder para lograrla (2Timoteo 3.5).


Aunque vivimos dentro del mundo, no debemos conformarnos a su imagen. Debemos ser distintos. Si nos conformamos a la imagen de este mundo, nadie verá en nosotros nada que valga la pena imitarse, pues seremos iguales a los demás. Hemos recibido una nueva mentalidad que nos permite discernir su voluntad. Vivir como hijos de Dios sometidos a su voluntad es la única clase de vida que vale la pena vivirse, y es la única manera en la cual otros verán a Dios revelado.

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