28 abril 2023

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis.

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. (Mateo 25.35-36). La famosa descripción de Jesús del día del juicio en Mateo 25, describe a los que están a su derecha (los hijos de Dios) como aquellos que han servido personalmente a Jesús en su pobreza, en su enfermedad y en su encarcelamiento.

Cuando el justo pregunta comprensiblemente con credulidad: “¿Cuándo te hicimos esto, Jesús?”, Él responde: “Cada vez que lo hiciste con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hiciste” (VS-40).

Jesús nos da aquí una doble descripción llamativa de su pueblo: ellos son los que atienden a los hambrientos, a los sedientos, a los marginados, a los desnudos, a los enfermos y a los encarcelados… y ellos son los que tienen hambre y sed, se sienten marginados, están desnudos, enferma y están en prisión.

Jesús no solo nos recuerda que los hijos de Dios deben ser generosos y participar en actividades que repercutan beneficiosamente en la sociedad. Él nos está diciendo: ¡Sus hermanos y hermanas en Cristo se encuentran entre algunas de las personas más bajas, débiles y dolidas del mundo! No te olvides de ellos; no dejes de ministrarlos solo porque todos los demás los están olvidando.

Siempre ha sido cierto que los cristianos genuinos se encuentran en todos los estratos económicos y sociales de la sociedad. Estos son tus hermanos y hermanas, y cuando les ministras a ellos, estás ministrando a Jesús mismo. No estamos destinados a ministrar solo a los cristianos, sino que debemos tener especial cuidado de que los hermanos creyentes no queden desatendidos.

¿Seguramente hay alguna oportunidad de poner en práctica esta lección en su vida hoy? Busquemos a la(s) persona(s) que todos los demás ignoran, desprecian o se burlan, y muéstrales amor, muéstrales respeto, defiéndelos. En el nombre de Jesús, por el bien de Jesús.

Visita a Jesús en la cárcel. Cantar a Jesús en el asilo de ancianos. Lleva esperanza a Jesús en el hospital. Defiende a Jesús en la calle de tu barrio. Demos la bienvenida a Jesús a nuestro hogar.

Nunca lo lamentarás; y el mismo Jesús dice: “Benditos sois de mi Padre. Lo has hecho bien."

No dejes de ministrarlos solo porque todos los demás los están olvidando.

 

1 comentario:

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