Mi intención era buena, buenísima diría yo. Teníamos todo planeado para celebrar el día del libro en el Hospital instalando una mesa donde regalaríamos Biblias y literatura cristiana a los pacientes, familiares y profesionales de la salud. Pero muchas veces las buenas intenciones no bastan, no habíamos pensado en los problemas burocráticos que conlleva todas estas peticiones, y nuestras buenas intenciones no fueron suficientes. La mayoría de nosotros tenemos muchas buenas intenciones. Realmente tenemos la intención de limpiar la casa, arreglar ese problema doméstico, comenzar a leer ese libro que tenemos aparcado desde hace ya tiempo o a comenzar a hacer deporte. Tenemos la intención de hacerlo, pero parece que nunca se hace.
Este no es un problema nuevo. La gente siempre ha sido así. Hay una historia en la Biblia (2 Reyes 12) Donde el rey Joás había decidido reparar el templo que se había deteriorado. Ya había entrado suficiente dinero para hacerlo, así que confió este dinero a los sacerdotes. Debían arreglar las reparaciones. Sin embargo, después de veinte años, nada había sucedido realmente. ¿Por qué no? Las dos posibilidades lógicas eran la corrupción (los sacerdotes robaban el dinero) o la pereza (los sacerdotes nunca se dieron cuenta). El pasaje implica que es la segunda opción, porque los sacerdotes siguen siendo parte del nuevo plan y no están condenados por robar.
El nuevo plan para arreglar el templo involucraba rendición
de cuentas y planificación. Todo el dinero recaudado se destinó a un cofre
público prominente y cerrado. Cuando estaba lleno, dos personas contaban el
dinero y luego lo pasaban a los comerciantes para que hicieran las
reparaciones. El resultado fue que las reparaciones ocurrieron en lugar de
quedar como buenas intenciones.
La mayoría de nosotros tenemos buenas intenciones cuando se
trata de servir a Dios. Nos encantaría conocer mejor la Biblia. Pensamos que
podríamos servir en la iglesia de alguna manera. Tal vez asistamos a los estudios
bíblicos al que nunca hemos llegado a unirnos. Las buenas intenciones no son
suficientes. Necesitamos hacer un plan, de lo contrario miraremos hacia atrás y solo veremos buenas intenciones, no
acciones.
¿Cómo podemos pasar de las buenas intenciones al servicio
práctico de Dios? Aquí hay dos observaciones de 2 Reyes 12 que podrían ayudar:
Se responsable.
Habla con tu cónyuge, con tu pastor, con un hermano de la iglesia o un amigo
sobre lo que planeas hacer. Pídeles que oren contigo y por ti, y que te
pregunten cómo te va. Ese estímulo adicional podría marcar una gran diferencia.
Hacer un plan.
Elige un plan en el que quieras trabajar. Luego siéntese y planee cómo podría
mejorar en esta área. Planifique pasos pequeños y fáciles de lograr. Por
ejemplo, si desea mejorar su conocimiento de la Biblia, comprométase a leer la
Biblia durante 10 minutos al día varias veces a la semana. Una vez que esté
dentro de ese patrón, puede planear hacer más o profundizar más adelante.
Una forma en que podemos estar seguros de que nuestras vidas
no están llenas de intenciones inútiles es cuando reconocemos cada mañana que
nuestro día no es nuestro para desperdiciarlo como queramos, sino que pertenece
al Señor, y así seremos más propensos a seguir la dirección que Él nos da. Dice el dicho que el camino al infierno está
pavimentado con buenas intenciones, pero el camino al cielo está pavimentado
con fe obediente. Las buenas intenciones nos hacen sentir que estamos en el
camino correcto, pero carecen de poder para llevarnos a dónde queremos ir. Sin
embargo, un compromiso voluntario de seguir al Señor nos lleva a donde Él quiere
que vayamos.
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