Hay dos cosas importantísimas en mi vida que hago cada día, son
leer la Biblia y orar. Para asegurarme de hacer esto todos los días, me levanto
muy temprano y hago lo que llamo mi devocional: Presento el día al Señor,
confieso cualquier mal que haya hecho, agradezco a Dios por las cosas buenas en
mi vida, oro por mi familia y seres queridos. Estudio las Sagradas Escrituras,
memorizo versículos, pasajes y anoto cualquier pensamientos. Esta práctica me es
necesaria no solo para refrescar mi alma, sino que al mismo tiempo me afina
para vivir fielmente en este mundo aprovechando los medios de gracia que Dios me
ha dado.
Muchos hermanos de la iglesia y familiares me dicen que
porque madrugo tanto que lo mismo lo podría hacer más tarde, y si es verdad,
pero lo hago porque me gusta hacerlo en silencio y en soledad.
El tipo de silencio y soledad que defiendo es intencionado,
porque el fin que busco es centrarme ininterrumpidamente en Dios. No es que me
moleste mi familia, pero el silencio y la soledad de la madrugada me son de
gran ayuda para mantener mi mente puesta en la busca del Señor de Señores. Es
un tiempo que dedico por completo solo y concentrándome exclusivamente en el
Señor.
Las preocupaciones y distracciones cotidianas de este mundo
apartan fácilmente nuestras mentes y corazones de la presencia que Dios merece.
Personalmente Aunque la Biblia no ordena a los cristianos practicar el silencio
y la soledad, pero si bien es cierto que la Biblia contiene numerosos ejemplos
del pueblo de Dios dedicado a estos menesteres por tanto, al hacer esto, lo
hago con la perspectiva de que el silencio y la soledad son sabios para mi vida
cristiana.
No hay reglas ni hay nada escrito para estar en silencio y a
solas. Supongo que esta disciplina será diferente en la vida de cada persona,
dadas sus circunstancias. Una ama de casa con niños pequeños tendrá muchos más
problemas para programar tiempo para el silencio y la soledad que una perdona
jubilado, (como es mi caso) pero hay libertad para buscar la mejor manera de
incorporar esta práctica de forma rutinaria en tu propia vida. La clave es que,
cuando te dediques al silencio y a la soledad, veras que esta práctica refrescará
tu alma, agudizara tu mente y encenderá tu afecto por Dios.
Personalmente este tiempo es de gran bendición para mi vida
espiritual, así que, os recomiendo a que puedas compromete con esta rutina del
silencio y la soledad y experimentes los beneficios de esta práctica.
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