Me gusta que después de las reuniones que tenemos entre semana quedarnos un rato para poder hablar de diferentes temas. Normalmente surgen preguntas sobre lo que se ha compartido, pero de vez en cuando surgen temas de mucho interés. Este último día unos de las hermanos sacó el tema de la próxima visita de Nick Vujicic al Palacio de Congresos del Ifema en Madrid. Eso levanto una alegría desmedida, entre los presentes, porque nos es fácil quedar impresionado por estos gigantes de la fe cristiana.
Leemos en la Biblia de personas como Elías que se enfrentó a los reyes malvados, de Moisés que se paró ante Faraón y de Pablo que testificó ante gobernantes y gobiernos judíos hostiles. Estamos contentos de que Dios haya usado a estas personas, y de que hoy en día haya personas con unos dones grandísimos que Dios utiliza para tocar los corazones de hombres y mujeres.
Pero no todos los que servimos a Dios somos así y nos
preguntamos: ¿Hay algo útil que realmente podamos hacer para la obra del reino
de Dios? ¿Incluso si nos pertenecemos a un gran ministerio, o no somos
predicadores famosos? ¿O no tenemos grandes dones? Bueno, por supuesto, claro
que sí. La gran mayoría de la obra de Dios en el mundo se realiza a través de
cristianos comunes, personas que a los ojos del mundo no son especiales.
Vayamos a la Biblia y veremos como el curso de la historia
fue cambiado por personas como una sirvienta en la casa de Naamán en 2 Reyes 5.
Un terrateniente piadoso llamado Booz mostró bondad a un inmigrante extranjero
que condujo a la línea familiar de Jesús. (Rut)
Muchas personas en el libro de los Hechos alojaron a muchos
hermanos en sus casas. Vemos esto en Hechos 8, cuando la persecución golpeó a
la iglesia en Jerusalén, los miembros de la iglesia se dispersaron por el mundo. Y mientras se dispersaban, “predicaban la palabra por
dondequiera que iban” (Hechos 8.4). El libro de los Hechos continúa contándonos
que muchas personas cuyos nombres no
conocemos también hablaron con otros acerca de Jesús. De hecho, más adelante en
Hechos, Pablo visita varios lugares en sus viajes misioneros que tenían
iglesias que él no plantó. Las plantaron cristianos cuyos nombres se han
perdido en el tiempo. Su fiel ministerio condujo a la salvación de personas y al
establecimiento de iglesias.
Piensa en quién ha influido más en tu fe. Quizás fueron tus
padres quienes fielmente te enseñaron la Biblia, oraron contigo y por ti y te
llevaron a la iglesia. Tal vez fue un maestro o un buen amigo, o alguna persona
que ni tan siquiera conocías. Lo más probable es que estas personas no sean
nombradas en un libro de historia por su influencia, pero marcaron una gran
diferencia a través de su trabajo fiel y silencioso.
Tú también puedes ser una influencia más grande de lo que
crees en los demás. Simplemente escuchar a las personas y animarlas en la
iglesia puede ser influyente en su vida. Tu bondad para con los enfermos será
recordada. Su participación en la enseñanza de los niños en la iglesia podría
dar frutos eternos. Pablo anima constantemente a los cristianos a edificarse
unos a otros; trabajas en esta dirección importa más de lo que piensas.
Es lo mismo con tus amigos no cristianos. Vivir una vida
fiel frente a los compañeros de trabajo, tu amabilidad, tu compañerismo y tú
entusiasmo por trabajar bien, puede ser una influencia tan grande que quizás un
día se pregunten: ¿Qué es lo que te hace ser diferente? ¿Querrán sabe y conocer al que tanto te impacto
para tener esa vida llena de gozo y felicidad?
Siempre habrá una oportunidad para hacer algo bueno, no nos
cansemos, y si en algún momento nos sentimos así, tengamos la plena seguridad
que Dios renovará las fuerzas y nos animará para seguir sin desmayar. (Gálatas
6.9)
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