El mundo podría dividirse en dos grandes grupos: el de las
personas que llegan a la hora y el de las personas que siempre llegan tarde.
Llegar a las citas y al trabajo a la hora es lo ideal y lo correcto, al menos
en la cultura occidental, donde la impuntualidad no goza de muy buena
popularidad. No está bien vista, se percibe como una falta de respeto y de
consideración hacia las otras personas que sí llegan a la hora. Pero quien más
y quien menos han llegado algunos minutos tarde en más de una ocasión. Nadie es
perfecto. Y si esto sucede de manera puntual, no ocurre nada.
No hay mejor ejemplo que el tú vives directamente, por eso
te comparto del servicio religioso del que formo parte. Empieza a las 11:00 horas
los domingos. Sin embargo, la mayoría de los domingos, menos del 50 % de las
personas que finalmente estarán presentes están allí a las 11:00 horas. A
veces, el hermano que presenta el culto se pone de pie para comenzar la parte
formal del servicio y se siente algo desanimado al ver muchas sillas vacías. La
mayoría de los hermanos va llegando una vez que ha empezado el servicio.
No creo que nuestra iglesia sea única en esto, hablando con
hermanos de otras congregaciones me comentan que es algo muy en común llegar
tarde a los servicios que las iglesias programan. Todos cuando llegamos tarde
tenemos todo tipo de razones, la mayoría de nosotros llegaremos tarde debido al
tráfico, al aparcamiento del coche, o a un visitante inesperado en algún
momento. Sin embargo, llegar tarde a los servicios es un patrón en el que caen
muchos asistentes regulares a la iglesia. Después de todo, si te pierdes una
oración y una canción, ¿Qué importa? Siempre que esté allí para el sermón, eso
es lo principal, ¿no?
Pienso que una de las cosas por las que no nos esforzamos
por llegar temprano a la iglesia es porque vamos en el “modo consumidor” es decir
pensamos en el servicio de adoración del domingo como algo de lo que nos
beneficiamos. Queremos venir y cantar canciones que nos gustan, escuchar un
sermón que apreciamos y hablar con personas que conocemos. ¡Y doy gracias a
Dios para que esto suceda muchas veces! Sin embargo, la instrucción de Jesús: “Como
el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su
vida en rescate por muchos” (Mateo 20.28) debe llevarnos más allá de esto.
Venir a la reunión de la iglesia nos brinda muchas oportunidades para servir a
los demás.
Si llegamos temprano nuestra actitud cambiará. No te
estresarás, puedes venir relajado y listo para servir. ¿Quizás puedas ayudar
con la preparación del servicio? puedas participar en la oración que se hace
antes del culto. ¿Quizás una persona mayor apreciaría una taza de café y un
poco de oración? ¿Quizás sea necesario colocar las sillas? O simplemente dar la
bienvenida a los hermanos que llegan. Todas estas son oportunidades que se
pierden tan fácilmente por no llegar temprano a la iglesia.
Llegar temprano a la iglesia la próxima vez te ayudará a ser
útil en la obra de Dios, oportunidad que se puede perder si llegas tarde, o dicho
de otra manera cambia tu corazón del “modo consumidor”' a estar listo para
servir.
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