Estábamos en pleno discipulado en la iglesia cuando entro
una mujer, pensábamos que era una nueva hermana que llegaba a la iglesia, pero
no era esa su intención. Nos contó que tenía dos niños pequeños y que carecían
de dinero para darles de comer. La invitamos a que se quedase con nosotros y al
final de la reunión la prepararíamos una bolsa de comida, nos comentó que no
podía esperar pero que el jueves nos veríamos. Esta mujer no volvió a aparecer,
y esto me hizo pensar en que si verdaderamente esta mujer tenía la necesidad de
comida, o si su necesidad era otra.
La Biblia nos enseña que los cristianos deben ser amorosos,
misericordiosos y abnegados. Al ver las necesidades de la gente a nuestro
alrededor, nuestros corazones deben estar llenos de compasión tal como nuestro
Padre celestial tiene compasión de todas las personas. (Salmo 145.9)
Es correcto tener un corazón que de continuamente a los
demás, y a Dios le agrada ver esta característica maravillosa en nuestras
vidas. Sin embargo, en esta área de dar y ayudar la Biblia también enseña que
debemos tener discernimiento sabio (Mateo 10.16). Dios nos da ciertas normas
que debemos tener en cuenta cuando se trata de dar nuestro tiempo y dinero a
los demás. Cuando la Biblia nos dice que debemos ayudar a los demás, el
objetivo nunca es hacerlo hasta el punto de llegar a ser perjudicial para las
personas. Hay personas que quieren vivir un estilo de vida irresponsable sin
ninguna obligación de dar cuenta por sí mismas. Así que debe haber límites;
ayudaremos a alguien con una necesidad, pero si vemos que esto se ha convertido
en un patrón de vida crónico, es malo para todos continuar alentando a eso.
También debemos tomar en consideración lo que la Biblia nos
dice acerca de ser buenos administradores, ya que no es nuestro es del Señor.
Lo que el Señor nos provee, debemos usarlo sabiamente. Este aspecto es parte de
la mayordomía cristiana y no pueden ser descuidados, así que debemos ser
considerados en la decisión de cuánto y qué podemos hacer para ayudar a otros.
Si, por ayudar a otra persona financieramente, estamos perjudicando la salud de
esas personas, entonces no lo estamos haciendo bien en nuestros esfuerzos por
ayudar a los demás y dejamos de cumplir con nuestras propias responsabilidades
como cristianos.
Hay muchas maneras que la gente puede aprovecharse de los
demás. Es importante que oremos por este asunto, pidiéndole al Señor que nos
muestre lo que Él quiere que hagamos. Él nos dará sabiduría para reconocer la
necesidad genuina y discernir entre una oportunidad y una distracción (Santiago
1.5). A veces, la gente está tan golpeada por pruebas y fracasos de la vida que
solo necesitan a alguien que esté dispuesto a que les escuche, esta clase de
ayuda pueden llegar a ser una relación difícil, pero también puede ser muy
gratificante. En estas áreas las iglesias locales pueden ser una gran ayuda
para gente en necesidad. Sin embargo, tratar de ayudar a alguien que no está
dispuesto a dar algún paso hacia una solución en el asunto puede ser una causa
perdida. Oremos por la sabiduría de Dios y ejercitar el discernimiento que Él
da es crucial en estas situaciones.
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