Esta semana he leído un artículo que explicaba que la
historia de Jesús calmando la tormenta en el mar de Galilea es pertinente a lo
que está sucediendo en nuestro mundo hoy y es evidencia del amor de Dios por
nosotros. La pandemia del Covid-19 ha tenido un impacto significativo en
nuestras vidas, así como otros muchos problemas. El autor de este artículo decía
que a pesar de los abrumadores problemas y las abrumadoras presiones que
podemos enfrentar, Jesús no permitirá que te ahogues. No permitirá que tu barco
se estrelle contra las rocas. Él calmará las furiosas tormentas, traerá una
abrumadora sensación de paz a tu propia vida y te llevará a salvo al otro lado.
El autor del citado texto utilizaba la historia de Jesús calmando la tormenta en el mar de Galilea. [1] para ilustrar este articulo. Muchos predicadores y pastores usan estos textos para que sea aplicado a nuestras vidas de una manera apropiada, pero lo que pasa es que se malinterpreta mal el significado y como resultado la aplicación también está equivocada dando lugar a numerosos malentendidos. Cuántas veces hemos oído sermones como estos: así como Jesús calmó la tormenta en el Mar de Galilea, también quiere calmar las tormentas en su propia vida. Las tormentas que enfrenta pueden ser tan diversas como las circunstancias de la vida: una relación tensa, un problema en el trabajo, las finanzas, incluso una enfermedad o dolencia recientemente diagnosticada. Este pasaje aplicado de esta manera tiene un gran atractivo emocional y brinda una maravillosa sensación de consuelo a muchos cristianos. Pero, ¿es esto lo que Marcos tenía la intención de comunicar en este pasaje?
Una de las cosas que debemos hacer primeramente es reconocer
la intención del autor. En otras palabras, ¿Cuál fue el propósito del autor
cuando escribió esto y qué estaba tratando de enseñar o transmitir? Marcos es
claro en cuanto a su intención desde el principio de su Evangelio: “Principio
del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (1.1). O sea que el evangelio de Marcos nos quiere
demostrar dos cosas que: Jesús es el Mesías prometido y el Hijo de Dios...
Cada uno de sus milagros fue para probar que Él era el
Mesías. Esto es de lo que los escritores de los Evangelios estaban tratando de
convencer a sus lectores: ¡de que Jesús es el Mesías prometido desde hace mucho
tiempo! Al calmar el viento y el mar, Jesús demostró que Él, y solo Él,
tenía la autoridad del Padre para traer la seguridad de los peligros de la
naturaleza. En otras palabras, solo Jesús de Nazaret podía dominar el viento y
el mar como Dios lo hace.
Dado este entendimiento, ¿es una aplicación apropiada decir
que Jesús quiere “calmar las tormentas” en nuestra vida? Cuando surja el mar de
problemas, ¿va a reprender Jesús nuestras olas de dificultades y llevarnos
tranquilamente al otro lado? Si esto es lo que comunica el pasaje, piense en
las implicaciones. Significaría que "Jesús está dormido y tenemos que
despertarlo y reprenderlo para motivarlo a que preste atención a nuestro viento
y olas".
En resumen, Jesús no va a calmar las tormentas en tu vida
porque esa nunca fue la aplicación intencionada del pasaje. Dios podría
llevarlo a través de numerosas pruebas y tribulaciones y permitirle sufrir en
el proceso. Nada de esto significa que Dios no está contigo durante las pruebas
y tentaciones (1 Corintios 10.13). Tampoco quiere decir que Dios no está
presente con usted durante las dificultades (Hebreos 13.5). Dios nos consuela
en todos nuestros problemas (2 Corintios 1.3), y sabemos que Dios finalmente va
preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha
llamado de acuerdo con su plan. (Romanos 8.28). Pero Jesús nunca prometió
calmar las tormentas en la vida. Prometió lo contrario: “En el mundo tendrás
tribulación. Pero anímate; Yo he vencido al mundo” (Juan 16.33).
La historia de Jesús nos tendria que, como los discípulos,
hacernos preguntar: "¿Quién es este?" El Jesús que calmó la tormenta
en el mar de Galilea es el mismo Jesús que resucitó a Lázaro de entre los
muertos (Juan 11), el mismo Jesús que promete resucitarlo en el último día
cuando usted ponga su confianza en él (Juan 6.40)
Esa es nuestra máxima esperanza.
Como siempre, un placer leerte.
ResponderEliminar¡Cuán pocas veces podemos disfrutar de una lectura que concuerde con la verdad revelada en la palabra de Dios!
Gracias Esteban, Dios te siga bendiciendo y usando para la edificación de Su Iglesia.