Vivimos en una sociedad posmoderna, pero no solamente en la
sociedad, sino también en la iglesia. Hay un desconocimiento de las doctrinas
bíblicas fundamentales de la salvación. La gente no lucha con el pecado sino
que se complace en él, hay cambio de valores y construcción de valores ajenos
al evangelio. Se ha perdido el conocimiento bíblico, no están involucrados en
el servicio a Dios, y los que están en las iglesias son consumidores
eclesiásticos. Ahora tienen un púlpito con juego de luces y toda la tecnología.
Necesitan de una tarima para los grupos de adoración en lo que se asemeja más a
un concierto secular que a la actitud que se debe rendir a Dios en adoración.
Un sermón corto y acomodado para el creyente, que no presenta ni proclama el
mensaje de la cruz, y mucho menos orientado a sus propias necesidades
espirituales ni a la confrontación de las personas con sus pecados delante de
Dios. Concluyendo la sociedad posmoderna ha llevado a la iglesia a no predicar
el Evangelio de Cristo.