Estaba en una reunión de la fraternidad de pastores del
distrito donde resido. El pastor que dirigía la reunión pidió que tres hermanos
levantaran una oración. En mi corazón surgió el deseo de que yo pudieras ser
unos de los hermanos que orasen. Rápido mi pensamiento empezó a elaborar lo que
quería decir y porque lo quería decir. Lo que esta estaba buscando era una
oración con estructuras cuidadosamente pensadas, con referencias y con
diferentes pasajes de la Biblia, con confesión, acción de gracias y oración,
todo incluido.
Todo esto me ocurría en mi interior sin darme cuenta que ya
había terminado el tiempo de oración por lo que me quede con las ganas de
orar.
Lo que me paso sencillamente es que quería decir una de esas
oraciones cuidadosamente elaboradas que alguna vez hemos escuchamos y vemos en
los libros de oraciones. Algo así como:
“Oh Padre Celestial, tú que eres el creador y sustentador de todas las cosas,
omnipotente y omnipresente, antes de todos los tiempos y el que se sienta en el
trono, te alabo”.
Seguro que hay un momento y un lugar para las oraciones
formales y planificadas, no es que sean malos. Pueden ser buenos modelos a
seguir en algunos casos, animándonos a ser reflexivos cuando hablamos con Dios.
Pero la oración no tiene por qué ser tan formal. De hecho, no siempre debería
ser tan formal. Somos hijos de Dios si confiamos en Jesús, y esto significa que
podemos hablar directamente con Dios el Padre a través de Jesucristo. No
necesitamos enmarcar nuestras oraciones a la perfección para que Dios nos
escuche. Él nos escucha incluso si oramos simple y llanamente.
Un ejemplo de esto está en 1 Reyes 17. Elías se enfrenta a
la mujer con la que vive y que sostiene a su hijo muerto. Acusa a Elías de
traer esta tragedia a su casa. Elías no tiene idea de por qué ha sucedido esto,
por lo que lleva al niño a su habitación y le ora a su Dios. En su dolor y
crisis, dice esto:
«Señor y Dios mío, ¿también has de causar dolor a esta
viuda, en cuya casa estoy alojado, haciendo morir a su hijo?»?" (1 Reyes
17.20)
¡Esa es una oración directa! Esencialmente, le está
expresando su frustración a Dios. Él sabe que Dios está detrás de toda la vida
y la muerte y de todo, así que va a la fuente. Dice lo que siente.
Los Salmos también están llenos de este tipo de oración
directa. Vemos a los salmistas acusar a Dios de no actuar, de no preocuparse,
de permitir que prosperen los malvados. Esta es una emoción cruda expresada con
honestidad. Esto muestra respeto a Dios al no ocultar lo que sienten, sino
hablar con Dios al respecto.
No se deje intimidar por las oraciones formales que escuchamos
en diferentes sitios. La oración es simplemente hablar con Dios. Si está
molesto con la vida, dígaselo a Dios. Si está frustrado y enojado, dígaselo a
Dios. Él sabe lo que estás sintiendo de todos modos. Tienes una relación con
Dios gracias a Jesús, así que úsala.
La oración es un gran regalo. No lo formalices demasiado no
le vaya a pasar lo que a mí, que la quise editar, formalizar y estructurar tanto,
que cuando quise reaccionar el tiempo de la oración se había acabado.
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