La noticia ha saltado en todos los medios informativos de
España y las redes sociales no han sido ajenas al tema. El ya ex obispo de Solsona
(Lérida) Xavier Novell ha renunciado de su cargo por motivos personales según
una carta enviada al Papa. Parece ser que el motivo personal es que Xavier se
ha enamorado de una escritora y psicóloga con la que presuntamente está
conviviendo y que es experta en satanismo. La noticia no es tanta esta sino que
algunos clérigos habrían declarado que el propio Papa Francisco podría
haberle pedido hasta en dos ocasiones que se exorcice, y sospechan que si el
obispo se niega es porque sabe que algo esconde, y por el efecto del maligno que
ya le domina, desea continuar escondiéndolo.
El asunto de los exorcismos es uno de los favoritos en el
imaginario del terror-espectáculo que se ha creado en Occidente en los últimos
años. Parte de la culpa de su relevancia es por culpa de historias como el
detallado y que podría servir como referencia para muchas películas que tratan
el asunto de la posesión. Sin embargo pocos se han preocupado de revisar lo que
las Sagradas Escrituras dice sobre los exorcismos. Tal vez sea porque las
Escrituras muestran a los demonios actuando, pero la reacción de Jesús y de los
primeros creyentes está muy lejos de la parafernalia, rituales, o el uso
objetos con un supuesto poder.
El exorcismo (el ordenar a los demonios salir de otra
persona), era practicado por varias personas en los Evangelios y en el Libro de
los Hechos, por ejemplo, los discípulos, como parte de las instrucciones de
Cristo (Mateo 10), otros usando el nombre de Cristo (Marcos 9.38) y Pablo
(Hechos 16). Parece que el propósito de los discípulos de Jesús haciendo
exorcismos era mostrar el dominio de Cristo sobre los demonios (Lucas 10.17) y
para autenticar que ellos estaban actuando en su nombre y por su autoridad. Era
obvio que este hecho de expulsar demonios era importante para el ministerio de
los discípulos. Sin embargo, no queda muy claro cuál era verdaderamente el
papel que jugaba el hecho de expulsar demonios, en el proceso del discipulado.
Curiosamente, parece haber habido un cambio en la última
parte del Nuevo Testamento respecto a la guerra demoníaca. Las epístolas de
enseñanza del Nuevo Testamento (de Romanos a Judas), se refieren a la actividad
demoníaca, pero no discuten las acciones de expulsarlos, tampoco se exhorta a
los creyentes a hacerlo.
Por otro lado si enseña la doctrina bíblica que Cristo “ha
vencido” a Satanás y a los demonios, por lo que un creyente “no puede ser
poseído”. Por lo que “cuando somos salvos por la obra de Cristo, somos librados
de la potestad de las tinieblas (Colosenses 1.13-14). Somos atacados por el diablo, pero tenemos
seguridad en Cristo (Romanos 8.37). El maligno no puede tocar a un hijo de Dios
(1 Juan 5.18), porque no puede deshacer su obra. El Señor nos protege con su
fidelidad (2 Tesalonicenses 3:3)”. La mejor protección que podemos tener ante
el diablo es “como dice Santiago 4.7. “Someteos, pues, a Dios; resistid al
diablo, y huirá de vosotros”. Teniendo firmeza en Cristo, los demonios huyen.
Tener a Cristo, en la vida es lo principal para protegerse contra las
asechanzas del diablo. Aunque hay poder
en Satanás y en los demonios, la Biblia afirma que el poder de Cristo es mucho
mayor. Quien quiera “ser libre” de toda amenaza espiritual debe “confiar en la
obra de Jesucristo, que da la victoria frente al mal, “ya despojando a los
principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre
ellos en la cruz”. (Colosenses 2.15).
Parece que a medida que la Palabra de Dios fue completada,
los cristianos tuvieron más armas con las cuales dar batalla al espíritu del
mundo, que las que tuvieron los primeros cristianos. La acción de expulsar
demonios fue reemplazada, mayormente, con el evangelismo y discipulado a través
de la Palabra de Dios. Puesto que los métodos de la guerra espiritual en el
Nuevo Testamento no incluyen el expulsar demonios, es difícil determinar las
instrucciones de cómo hacer tal cosa. Si de alguna manera fuera necesario,
parece que es a través de exponer al individuo a la verdad de la Palabra de
Dios y el nombre de Jesucristo.
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