Este último sábado asistí a un evento sobre Refugiados e
Inmigración. Normalmente no hay evento aquí en Madrid donde siempre que asisto
no conozca a algún hermano de otra iglesia, pero a ser este un evento diferente
en cuanto a los participantes, ya que casi todos pertenecían a ONG’s seculares y
por lo tanto no conocía a nadie. Cerca de 100 personas estaban allí, y yo sin
conocer a nadie.
Puedes que pienses que el problema no es tan grave,
simplemente me tendría que incorporar a cualquier de los numerosos grupos que
se habían formado y problema resuelto. Pero no ocurrió así. Supongo que
esperaba que alguien me reconociera como nuevo y se presentara. Pero nadie lo
hizo.
No me considero tímido, pero no soy lo suficientemente
extrovertido como para tener el coraje de acercarme a un grupo de personas que
no conozco y entablar una conversación. Miré a mí alrededor en busca de alguien
que también estuviera sola, pero no fue posible, así que me coloqué en un lado
del salón donde luché contra el impulso de sacar mi teléfono, porque sabía que
eso pondría un muro a mí alrededor.
Fue un tiempo extraño, apoyado en un pilar solo. Trabajé
duro para poner una mirada agradable en mi rostro, cuando internamente me
sentía incómodo y ansioso.
Junté mis manos detrás de mi espalda mientras permanecía
allí durante los treinta minutos que duró el descanso. Pensé en la iglesia
donde asisto y en cómo se deberían sentir esas personas que llegan nuevas y que
muchas veces no las prestamos la atención que merecen. Me dije a mí mismo que en la iglesia a la cual
asistimos mi esposa y yo, íbamos a ser el tipo de persona que siempre cuidaríamos
de la nuevas persona que lleguen a nuestra iglesia.
Porque todo esto me hizo meditar y recordar que sí, ¿Siempre
estuve atento a la nuevas personas? ¿O hubo muchas ocasiones en las que estaba
tan envuelto en mis cosas en mis amistades que podría haber pasado por alto al
hombre o mujer que estaba sola?
Estoy seguro de que hubo momentos en que si lo hice.
Así que, rechacé la autocompasión y me dije que iba a
recordar cómo me sentía en ese momento, y que bajo ninguna circunstancia iba a
consentir que nadie que llegue a algún evento donde yo me encuentre se sienta
como yo me sentí ese sábado, entonces, de ahora en adelante, haré un esfuerzo
más consciente para buscar a la nueva persona, la persona sola y acompañarla
¿Me acompañaras?
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