No sé si es una
costumbre de ahora o de hace muchos años, pero me ha llamado mucho la atención
ver una fotografía de una Biblia vieja, degastada, cuyas páginas se caían, cuyos
márgenes están garabateados con marcadores de distinto color, sobre el
reluciente ataúd de madera en un servicio fúnebre. Me imagino que esa persona a
medida que se comprometían con la Palabra de Dios día tras día, mientras
llevaban su Biblia a la iglesia semana tras semana, mientras la leía, la
marcaba, comenzó a mostrar un desgaste inevitable.
Y cuando partió para estar con el Señor, lo dejo atrás como
un instrumento precioso que atestiguaba su amor por el Señor y su amor por su
Palabra. A medida que esa Biblia se volvió cada vez más golpeada, su alma se
limpió cada vez más. Su Biblia era un símbolo apropiado, una reliquia adecuada.
Me imagino que este hombre quiso que su Biblia le acompañara hasta el último
momento.
Claro las cosas han cambiado, hemos entrado en la era
tecnológica y muchas personas están dejando atrás sus Biblias impresas en favor
de equivalentes digitales. Aunque tampoco es un grave problema, después de
todo, las personas no están dejando atrás la Biblia, simplemente han cambiado
un medio impreso por otro digital. Si Pablo pudo decir: "Pero eso no
importa; porque, sean sinceros o no, están anunciando el mensaje de Cristo, y
eso me hace sentirme muy feliz. Y más feliz me sentiré", seguramente
podríamos decir, "No importa porque, ya sea en papel o en píxeles, la
Biblia se lee, y eso es lo importante y nos hace felices".
Pero aunque no es de gran preocupación esta migración vale
la pena considerarlo, porque es cierto que cualquier tecnología nueva presenta
tanto beneficios como inconvenientes, que trae consecuencias tanto positivas
como negativas. Mientras que la fusión nuclear nos dio electricidad, también
nos dio Chernobyl. Mientras que la imprenta nos dio la Biblia, también nos dio el
Playboy. Y aunque hay muchas características maravillosas que vienen con
nuestras Biblias digitales, existe esta desventaja (entre otras). Nuestras
Biblias ya no pueden servir como una demostración visible de nuestro compromiso
con la Palabra de Dios.
Termino diciendo que es muy poco probable que veamos muchos
aparatos tecnológicos colocadas en los ataúdes de los cristianos de hoy. No
creo que veamos a una familia depositar con reverencia el iPhone o la iPad de su ser querido sobre su ataúd para que
todos puedan ver lo que amaba, lo que priorizaba en su vida. En cuanto a mí, me
gustaría que mi vieja Biblia, esa que me ha acompañado durante tantas batallas
me acompañe hasta el último momento de mi vida, testificando de mi amor por el
Señor y su Palabra.
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