25 septiembre 2020

Yo sigo a Cristo, ¿y tú a quién sigues?

Facebook es la red social más usada del mundo, alcanzando los 2.000 millones de usuarios activos al mes. Pero, ¿Quién está detrás de este titán tecnológico? El 4 de febrero de 2004, dos estudiantes de 19 años Mark Zuckerberg y Eduardo Saverin lanzaron un sitio web que permitía a otros estudiantes de su universidad compartir su información personal con sus amigos. La única forma de unirse a la red era que un estudiante invitara a otro. Zuckerberg compartió su propia cuenta con algunos amigos que a su vez la compartieron con algunos de sus amigos que la compartieron con otros hasta que finalmente, toda la universidad estuvo en la red. Luego lo difundieron a otras universidades y luego, en 2006, Facebook se hizo público.


Y todo comenzó con un chico invitando a algunos amigos, y estos amigos invitaron a otros amigos.

Que curiosidad, que así fue exactamente como se inició el reino de Dios. En el Evangelio de Juan 1.35–42, se describen los inicios mismos de la Iglesia cristiana. Aunque ahora la Iglesia sea inmensa, hubo un tiempo cuando solo la formaban dos débiles miembros. En el pasaje que tenemos ahora ante nuestros ojos se describe el llamamiento de estos dos miembros.

La primera vez que Juan el Bautista exclamó “he aquí el Cordero de Dios”, aparentemente no hubo resultado alguno. No se nos dice de alguien que oyera, preguntara y creyera. Pero cuando repitió esas mismas palabras al día siguiente, leemos que dos personas “le oyeron hablar […] y siguieron a Jesús”. Fueron recibidos con mucha misericordia por Aquel a quien siguieron. “Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día”. Sin duda fue un día en sus vidas de gran emoción y bendición. Desde aquel día se convirtieron en unos discípulos leales y firmes del recién encontrado Mesías. Tomaron la cruz. Perseveraron con Él. Le siguieron adondequiera que fuera. Al menos uno de ellos, si no ambos, llegó a ser un apóstol escogido y uno de los principales en la edificación del templo cristiano

Andrés fue uno de los que habían oído predicar a Juan y había seguido a Cristo y se convirtió en discípulo. E inmediatamente  le contó a su hermano Simón el descubrimiento que había hecho. Igual que alguien que oye inesperadamente buenas noticias se apresura a compartirlas con el más cercano y querido, y le dijo a su hermano: “Hemos hallado al Mesías […]. Y le trajo a Jesús”, y le invito a seguir a Cristo ¿Quién sabe lo que habría ocurrido si Andrés hubiera tenido un espíritu callado, reservado y poco comunicativo, como muchos cristianos del presente? ¿Quién sabe si su hermano hubiera vivido y muerto siendo pescador en el mar de Galilea? Pero, felizmente para Simón, Andrés no era un hombre de esa clase. Era alguien cuyo corazón rebosaba de tal manera que tenía que hablar. Y al claro testimonio de su hermano, gracias a Dios, el gran apóstol Pedro empezó a seguir a Cristo.

Cuenta las Sagradas Escrituras que iba Jesús camino de Galilea y halló a Felipe, y le dijo “sígueme”, y Felipe halló a Natanael  y le dijo: "Hemos encontrado a aquel de quien Moisés en la Ley y también los profetas escribieron, Jesús de Nazaret, el hijo de José". Natanael le dijo: "¿Puede salir algo bueno de Nazaret?" Felipe le dijo: "Ven y mira". Jesús vio a Natanael que venía hacia él y dijo de él: "¡He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño!" Natanael le dijo: "¿Cómo me conoces?" Jesús le respondió: "Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi". Natanael le respondió: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios. ¡Tú eres el Rey de Israel! “Jesús le respondió: “Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', ¿crees? Verás cosas más grandes que estas”  Y Natanael le siguió.

Bueno sería para la Iglesia de Cristo que todos los creyentes fuéramos más parecidos a estos primeros hombres que decidieron seguir a Cristo gracias a las invitaciones que se les hicieron Bueno sería para las almas que todos los hombres y las mujeres que se han convertido hablaran a sus amigos y parientes sobre cuestiones espirituales y les contaran lo que han encontrado, y les invitaran a seguir a Cristo. Cuánto bien se les podría hacer. Cuántos que ahora viven y mueren en incredulidad serían conducidos a Jesús.

Entonces, salgamos y conectemos a las personas con Cristo. Hablemos de Jesús. Compartamos las buenas noticias. Invitemos a las personas a seguir a Cristo. Haga todo lo que pueda para ganar almas para Cristo. Asegurémonos de estar entre aquellos que verdaderamente siguen a Cristo y moran con Él. 

 

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