17 agosto 2019

¿De quién es la culpa?


Tras los tiroteos ocurridos recientemente en El Paso, Gilroy y Dayton en Estados Unidos, y mientras los familiares lamentan la pérdida de sus seres queridos y el mundo es testigo de esta exhibición repugnante de maldad, las familias de las víctimas y la mayoría de las personas se preguntan: ¿cómo “Un lunático pudo acabar con la vida de tantas personas? ¿¿¿Por qué??? ¿Por qué???”Los gobernadores se unen al sentimiento de dolor y preguntan: “¿Por qué tuvo que pasar esto? ¿Quién o quienes tienen la culpa de que esto ocurra? 


No deberíamos pasar por alto la realidad del asunto, y buscad respuestas a tanta crueldad. A mí personalmente me surgieren algunas respuestas de porque tanta maldad en este mundo:

1).- No Hay Respeto por Dios

Hemos renunciado a la idea de Dios y por ende le hemos olvidado (Salmos 14. 1). No todos hemos hecho esto; algunos le amamos y respetamos profundamente. Sin embargo, hay muchos que todavía enfrentan las consecuencias de vivir una vida que, ha olvidado a Dios.
Por otro lado hay demasiados colegios que están enseñando la teoría dañina que sugiere que somos el producto de la evolución sin sentido y que por ende no hay Dios que honrar, temer y amar. Decimos a nuestros estudiantes que ellos vienen de los animales, son animales y que, por el resto de sus vidas, serán animales y luego nos preguntamos por qué ellos se comportan como animales.
Les enseñamos que no hay Dios en el cielo a quien darán cuenta (Romanos 14.12), y luego lamentamos el hecho que ellos no respeten la autoridad, sea en el cielo o en la tierra. Es muy fácil de explicar. Haga que una familia  no crea que hay una autoridad (Padre o madre) sobre ellos y pronto habrá caos en el hogar. Haga que un grupo de estudiantes crea que no existe un profesor sobre ellos y pronto habrá caos en el aula. Haga que un grupo de ciudadanos crea que no existe tal cosa como un Dios sobre ellos y pronto habrá caos en la nación. De hecho, si Dios no existiera, entonces nada sería inmoral; todo sería lícito, el apóstol Pablo los describía claramente después de describir el camino de los impíos (Romanos 3.10-17), no hay temor de Dios delante de sus ojos (vs. 18).

Y por supuesto si no hay respeto por Dios, menos respeto hay por su Palabra.

No solamente despreciamos a Dios, sino también despreciamos su Palabra. No la aceptamos porque pensamos que sus caminos están demasiado llenos de preceptos, mandamientos, estatutos, leyes, testimonios, juicios y ordenanzas para nuestro gusto. Prohibimos la lectura de su Palabra en los colegios y luego lamentamos que nuestros hijos hayan crecido sin sabiduría para discernir lo bueno de lo malo. Cuando nuestros hijos crecen y cometen algún delito y terminan en la cárcel, entonces les damos la Biblia para que lean el mismo libro que pudo haber prevenido que ellos terminen en la prisión, que ironía, verdad.

¿Entonces cuál es la solución para nuestro estado deplorable? ¿Es más control de armas? Se debe admitir que hay cosas que el gobierno pudiera hacer para disminuir la probabilidad de que las armas caigan en manos equivocadas, pero esto no solucionaría el problema real. El gobierno pudiera hacer imposible la adquisición legal de un arma, y la gente no las compraría, pero habría gente que las conseguirían en el mercado negro. Incluso si se quitara exitosamente todas las armas de fuego de toda la gente, los asesinos usarían un cuchillo de cocina, un palo, gasolina, bombas, o un auto en movimiento para cometer sus crímenes. 

El problema del ser humano es más profundo. No es un problema de armas; es un problema de corazón. Para cambiar cualquier persona, se debe cambiar nuestro rumbo y buscar a Dios. Debemos retomar nuestra fe en Dios, leer su palabra para aprender su voluntad para nuestra existencia personal, aprender y enseñar respeto, amor por nuestro prójimo y por la vida que viene de Dios, y asegurarnos que se cumpla la justicia de Dios solemne y diligentemente. Nuestro Dios nos dice: ¡Arrepiéntanse ahora mismo y cambien su manera de vivir! ¡Lloren, ayunen y vístanse de luto!  (Joel 2.12).

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