Esta semana me encontré con una pregunta de esas que te desconcierta
un poco, pero no en sí por la pregunta, sino por la parte de donde procedía la
pregunta: Si Dios es bueno, ¿cómo podría enviar a alguien al infierno? Tratándose
de quien se trataba mi respuesta tenía que ser muy sabia, primero para que esta
persona lo entendiese claramente y segundo que esta persona no se alejara más
de Dios. No sé muy bien cómo fue pero se me ocurrió una pregunta paralela: Si
el gobierno es bueno, ¿cómo puede enviar a alguien a la cárcel?
Sabemos y es
obvio que si alguien ha cometido un delito, entonces merecen ser castigados.
Una persona que incumpla la ley está sujeta a un castigo por parte de la
autoridad correspondiente.
Si alguien cometiese un delito contra usted, la comente,
exigirías a las personas competentes que se hiciese justicia y que el culpable fuese
castigado. Un gobierno que proteja a un delincuente no es bueno ni justo, y con
toda la razón se le llamaría corrupto y no confiaríamos en él.
De la misma manera, nosotros como cristianos vivimos en la
jurisdicción de Dios, y Dios nos ha dado
sus leyes para que nosotros las cumplamos. Si alguien infringe una de sus
leyes, entonces merece ser castigado. Eso es justo y bueno de Dios. Lo
incorrecto sería no castigar a quienes violan sus leyes. No podríamos decir que
Dios es bueno si Él no responsabiliza a las personas por sus infracciones.
Todo esto me llego a la conclusión de que esa no era la pregunta
correcta: La pregunta más correcta debería de ser, ¿cómo puede Dios ser bueno y
justo pero no enviar a la gente al Infierno? Después de todo, Dios sería
inmoral si ignorara la injusticia.
La mala noticia es que todos somos infractores de la ley. “Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23) Todos
somos culpables. Todos merecemos el castigo de un Dios que es bueno y justo. Si
Él hiciera nuestro juicio, todos estaríamos condenados. Porque si ÉL mirase a
otro lado y huyese en su responsabilidad de castigarnos a nosotros, los infractores
de la ley de Dios, ¿no sería un Dios deficiente?, uno en quien no se puede
confiar para hacer lo correcto.
Pero hay buenas noticias. Aunque merecemos pagar por nuestros
pecados que hemos cometido, Él no quiere enviarnos a una prisión eterna. Porque
somos su creación, criaturas especiales hechas a su imagen. Él ha hecho un
camino para que seamos perdonados del castigo que merecemos. Así es como funcionan los términos del
perdón. Dios está dispuesto a cambiar nuestra culpa por la inocencia de Jesús.
Jesús es a la vez divino e impecable, por lo que es un candidato adecuado para
tal transacción, por quien tenemos la liberación y el perdón de los pecados.
(Colosenses 1.14)
Todos hemos pecado y merecemos el juicio de Dios. Dios, el
Padre, envió a su único Hijo para cumplir ese juicio por aquellos que creen en Él. Jesús, el creador y eterno Hijo de Dios, quien vivió una vida sin pecado,
nos ama tanto que murió por nuestros pecados, tomando el castigo que
merecíamos, fue sepultado, y levantó de la muerte como lo dice la Biblia. Si de
verdad crees y confías de corazón en esto, serás salvado del juicio y podrás
pasar la eternidad con Dios en el cielo.
¿Lo crees?
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