29 junio 2019

La mala y buena noticia


Esta semana me encontré con una pregunta de esas que te desconcierta un poco, pero no en sí por la pregunta, sino por la parte de donde procedía la pregunta: Si Dios es bueno, ¿cómo podría enviar a alguien al infierno? Tratándose de quien se trataba mi respuesta tenía que ser muy sabia, primero para que esta persona lo entendiese claramente y segundo que esta persona no se alejara más de Dios. No sé muy bien cómo fue pero se me ocurrió una pregunta paralela: Si el gobierno es bueno, ¿cómo puede enviar a alguien a la cárcel? 


Sabemos y es obvio que si alguien ha cometido un delito, entonces merecen ser castigados. Una persona que incumpla la ley está sujeta a un castigo por parte de la autoridad correspondiente.

Si alguien cometiese un delito contra usted, la comente, exigirías a las personas competentes que se hiciese justicia y que el culpable fuese castigado. Un gobierno que proteja a un delincuente no es bueno ni justo, y con toda la razón se le llamaría corrupto y no confiaríamos en él.
De la misma manera, nosotros como cristianos vivimos en la jurisdicción de Dios, y  Dios nos ha dado sus leyes para que nosotros las cumplamos. Si alguien infringe una de sus leyes, entonces merece ser castigado. Eso es justo y bueno de Dios. Lo incorrecto sería no castigar a quienes violan sus leyes. No podríamos decir que Dios es bueno si Él no responsabiliza a las personas por sus infracciones.

Todo esto me llego a la conclusión de que esa no era la pregunta correcta: La pregunta más correcta debería de ser, ¿cómo puede Dios ser bueno y justo pero no enviar a la gente al Infierno? Después de todo, Dios sería inmoral si ignorara la injusticia.

La mala noticia es que todos somos infractores de la ley. “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3.23) Todos somos culpables. Todos merecemos el castigo de un Dios que es bueno y justo. Si Él hiciera nuestro juicio, todos estaríamos condenados. Porque si ÉL mirase a otro lado y huyese en su responsabilidad de castigarnos a nosotros, los infractores de la ley de Dios, ¿no sería un Dios deficiente?, uno en quien no se puede confiar para hacer lo correcto.

Pero hay buenas noticias. Aunque merecemos pagar por nuestros pecados que hemos cometido, Él no quiere enviarnos a una prisión eterna. Porque somos su creación, criaturas especiales hechas a su imagen. Él ha hecho un camino para que seamos perdonados del castigo que merecemos.  Así es como funcionan los términos del perdón. Dios está dispuesto a cambiar nuestra culpa por la inocencia de Jesús. Jesús es a la vez divino e impecable, por lo que es un candidato adecuado para tal transacción, por quien tenemos la liberación y el perdón de los pecados. (Colosenses 1.14)

Todos hemos pecado y merecemos el juicio de Dios. Dios, el Padre, envió a su único Hijo para cumplir ese juicio por aquellos que creen en Él. Jesús, el creador y eterno Hijo de Dios, quien vivió una vida sin pecado, nos ama tanto que murió por nuestros pecados, tomando el castigo que merecíamos, fue sepultado, y levantó de la muerte como lo dice la Biblia. Si de verdad crees y confías de corazón en esto, serás salvado del juicio y podrás pasar la eternidad con Dios en el cielo. 
¿Lo crees?


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