11 mayo 2019

Un equipo llamado Iglesia


El batacazo que se dio el Barcelona en la champions contra el Liverpool son de los que dejan huella, y más con el resultado que llevaban los barcelonistas del partido de ida. Una de las cosas que no me han gustado, (aunque el Barsa no sea mi equipo preferido), es la cantidad de críticas sobre el entrenador y sobre un jugador en concreto, Lionel Messi. Y es que creo que mucha de esta crítica individual no es muy correcta, precisamente en este deporte, en donde el éxito y el fracaso se miden en función del trabajo en equipo. No se puede entender el fútbol sin la colaboración de cada uno de los jugadores; donde cada jugador debe de ser solidario, luchar por tu compañero, corregir los errores de los demás y por lo tanto, si es un deporte de equipo aceptar que el triunfo o la derrota son el resultado del esfuerzo de todos.


Igualmente cuando la Biblia de refiere a la iglesia, se refiere a un conjunto de elementos unidos entre sí, jamás en la Palabra de Dios se utiliza ninguna figura al referirse a ella como algo individual. Por ejemplo se compara la iglesia con un edificio, (Efesios 2.21 (1 Pedro 2.5), y un edificio no es solamente un elemento, sino muchos, (piedras, hierro, cemento, madera, etc). También se le compara con un cuerpo, (Romanos 12.5), y el cuerpo no es solo un miembro sino muchos. Siempre la Palabra de Dios nos muestra la iglesia como un equipo, un grupo de personas unidas en pos de un objetivo.

Una de las cosas que hace de un equipo (iglesia) campeón, es la unidad, y aunque todos tengamos diferentes caracteres, distintas capacidades, aspectos físicos diferentes y distintas formas de expresarnos, el Señor nos manda a estar unidos, a mantener la unidad, pues el Señor sabe que una iglesia dividida fracasa, no alcanza la meta. Por eso cuando Jesús oro al padre, intercedió por nosotros, ÉL dijo: Padre que sean uno, como Tú y Yo somos uno. (Juan 17.21).

Aunque Jesús se está refiriendo al reino de satanás (Marcos 3.24-25) “Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.” Debemos recordar que es algo muy importante que sin duda alguna la iglesia de Cristo ha pasado por alto, que ningún reino, ningún grupo, ninguna iglesia puede permanecer en pie si está dividida. Esta es una de las semillas más destructivas que el enemigo ha estado sembrando durante bastante tiempo en la iglesia: las divisiones. Aún Pablo tuvo que lidiar con esto en la iglesia de Corinto: “porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3.3)

En el tiempo de los primeros cristianos esta unidad comenzó en lo poco. Unas pocas personas, que querían vivir de todo corazón para Jesús, tuvieron que aprender a orar unos por otros, a amarse, y a perdonar y soportarse mutuamente. Tuvieron que aprender a no aferrarse a sus propias opiniones y conocimiento, sino juntos buscar la luz y sabiduría de Dios. Desde allí, esta pequeña iglesia podría seguir creciendo. Sin embargo, desde el momento en que el trabajo por esta unidad cesó, comenzaron a surgir contiendas, divisiones que dieron lugar a nuevas congregaciones y movimientos que lo único que hace es separar a la iglesia de Cristo.

La iglesia no es una organización o un grupo al que pertenecemos, la iglesia es un organismo vivo formado por muchos miembros a los cuales Dios nos manda, amarnos, respetarnos, honrarnos, apoyarnos y a estar unidos. 

Seamos un equipo que lucha “unidos” en pos de aquellos que Jesús puso en nuestro corazón.

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