Cada vez que tenemos que tomar alguna decisión importante
para nuestra vida, nos surgen dudas de cuál es la más correcta, la más
propicia, la que al mismo tiempo soluciones nuestro problema, pero sobre todo
glorifique a Dios. Hay creyentes que oran al Señor pidiéndole dirección para
tratar algún asunto, pero la impaciencia les supera y no esperan escuchar la
respuesta del Señor. Dios promete guiar a los que les temen. Eso no significa
que debamos tenerle miedo, sino que debemos reconocer nuestra dependencia
absoluta de Dios para todo.
Sin embargo, en muchas ocasiones no dependemos del
Señor para ser guiados a la hora de tomar decisiones. En vez de eso, tomamos nuestras propia decisiones y confiamos en que Él la bendecirá. No saber esperar la repuesta
del Señor es una mala decisión, y hace que desaprovechemos lo mejor que tiene
para nosotros. Por eso debemos estar conscientes de evitar varios obstáculos
que nos impidan escuchar la dirección del Señor y tomar la mejor decisión de una
manera precisa.
Primero. La impaciencia. (Éxodo 32.1). Moisés tardaba en
descender del monte y eso turbó al pueblo de Israel. Es cierto que Moisés
tardaba, pero Dios tenía un propósito maravilloso por la tardanza de Moisés, y
muy pronto terminaría. Pero debido a que el pueblo no pudo ver la razón de la
tardanza, ellos se impacientaron y permitieron que esto les fuera de
tropiezo. La impaciencia hace que nos
precipitemos en decisiones que quizás sean definitivas para nuestra vida. Eso
les paso al pueblo de Israel que se impacientaron, y eso les llevo a apartarse
del camino que el Señor les había mandado, y no solo eso, sino que se hicieron
un ídolo le adoraron y le ofrecieron sacrificio. (Éxodo 32.8). La mayoría de
nosotros deseamos que nuestras peticiones sean contestadas instantáneamente y
que todo lo que pidiéramos no tardara más de un día para poder recibirlo, pero
se nos olvida que tenemos a un Dios grande que tarde o temprano ÉL responderá a
nuestras peticiones.
Segundo. Los consejos desacertados. (1 Reyes 12.1-11).
Roboán pide consejo. Habla primero con los hombres ancianos, hombres de
experiencia y sabiduría, que le habían aconsejado también a Salomón. Ellos le
recomiendan que se muestre flexible con el pueblo, para así ganar su lealtad
permanente. Pero a Roboán no le gustó mucho este consejo y fue a pedir consejo
a sus amigos, jóvenes de la nobleza que se habían criado, o quizás más bien
malcriado con él. Roboán. Escuchó un mal consejo y tomó una decisión equivocada,
pidió consejo, pero no evaluó cuidadosamente lo que se le dijo. De haberlo
hecho, se hubiese dado cuenta de que el consejo ofrecido por los ancianos era
más sabio que el de sus amigos. Para evaluar los consejos, pregúntese si el
mismo es realista, viable y coherente con los principios bíblicos. Determine si
los resultados de seguir el consejo serán justos, harán mejoras y darán una
solución o dirección positiva. Busque consejo de aquellos más experimentados y
más sabios. El consejo es útil sólo si está de acuerdo a los estándares de
Dios. Hasta los amigos más cerca de nosotros pueden desviarnos. Debemos buscar
el consejo de quienes caminan con el Señor y están anclados en su Palabra.
Tercero. Nuestros deseos carnales. (1 Pedro 2.11) Pedro no
exhorta a luchar para no complacer aquellos deseos humanos que van en contra de
nuestra nueva vida. El corazón insatisfecho del ser humano, desde el principio,
no ha dejado de desear cosas aparentemente razonables, aparentemente permitidas
o prohibidas. Eva, que se extasiaba cada
día mirando el árbol de la ciencia del bien y del mal, se vio arrastrada por
sus deseos a tomar de su fruto y comer de él (Génesis 3:6). Una vez tomado el
primer bocado, las consecuencias amargas de una decisión equivocada corroyeron
su alma, atormentada al instante por el pecado cometido. Lo perdió todo sin
alcanzar satisfacer nada. A partir de entonces un gran vacío dominaría su
corazón engañado, como ocurre con muchos hombres y mujeres que se ven
arrastrados por los deseos carnales que nos llevan a tomar decisiones
equivocadas que llevan al desengaño más frustrante.
Seamos sabios en cuanto a tomar esas decisiones que pueden
marcar nuestro futuro, y no hay nada mejor que tomar la decisión de seguir la
dirección de Dios. Para ello, no sea impaciente, sepa a quien les pide consejo
y no dejemos que nuestros deseos nos jueguen una mala decisión. Confiemos en el Señor con todo su corazón, porque aunque
Dios tarde en responder, aunque la bendición tarde en bajar de los cielos no desesperes,
pues el Señor está diseñando una bendición especial personalizada para ti.
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