Hace unos días comenzamos un año nuevo, y es el momento
perfecto para hacer balance de todo cuanto nos ha sucedido en los trescientos y
pico días que hemos dejado atrás. Empezamos a ver aquellas cosas positivas que
nos han sucedido y también recordamos esas pequeñas cuestiones que no han
salido bien durante este año. Y en medio de esa lista de pros y contras llega el momento de pensar en cómo plantearnos
el nuevo año, qué nuevas metas queremos alcanzar.
Personalmente haciendo caso a
las palabras del apóstol Pablo que decía quiero olvidar lo que queda atrás y
extendiéndome a lo que está delante [1], no me preocupa tanto lo que haya
pasado, sino como será mi año 2016. Y me surgen ciertas preguntas:
¿Cómo será?, ¿qué espero yo del nuevo año?, ¿qué deseo de
verdad?, ¿qué es lo que necesito?, ¿a qué dedicaré mi tiempo más precioso e
importante?
¿Seguiré este año alejándome un poco más de Dios o empezaré
a buscarlo con más confianza y sinceridad? ¿Seguiré un año más mudo ante El,
sin abrir mis labios ni mi corazón, o brotará por fin dentro de mí una pequeña
oración, humilde pero sincera?
¿Este año me preocupare solo por mí y mis necesidades, o
buscare la manera y forma de hace feliz a mi prójimo?
¿Intentare trasmitir alegría gozo y lo más importante el
mensaje de salvación, o contagiare tristeza, desanimo, desaliento?
¿Será un año más, dedicado a hacer cosas y más cosas, para
mi ego personal, o todo lo que haga será para la Gloria de Dios y para el
crecimiento de las personas de mí alrededor?
¿Seguiré con indiferencia las noticias que día a día llegan
desde los países donde la guerra, el hambre y los despropósitos de ciertos
líderes hacen que las personas tomen decisiones duras para sus vidas? , ¿Me
dará igual ver los cuerpos destrozados de las gentes de Irak o los ahogados de
las pateras?, ¿seguiré mirando con indiferencia a los que vienen hasta mi demandándome
trabajo y comida?
¿Seré capaz de llevar a cabo todas estas interrogantes?
Estoy convencido de que yo “solo” seré incapaz, pero cuento
con la ayuda del Señor, porque su palabra dice: “Separados de mi nada podéis
hacer [2]
Trabajar bajo la mano y dirección del Señor da más seguridad.
Buscar la realización y conquista de nuestras metas agarrando las manos
de Jesús nos da mucho más confianza y tranquilidad. Tener alguien a
nuestro lado que nos entiende y comprende nuestros problemas y fracasos
cuando las victorias cuestan llegar fortalece nuestra fe y nos da más fuerza y
seguridad para seguir adelante.
Seamos sabios y prudentes. Busquemos colocar todos nuestros
anhelos y sueños en las manos de Dios para no correr el riesgo de, más
adelante, arrepentirnos y no conseguir nuestras metas.
[1].- Filipenses 3.13
[2].- Juan 15.5
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