Hay una cosa que me da mucha pena y me pone muy triste, y es
que hasta que no ocurre alguna catástrofe, no ponemos remedio o solución. Digo
esto porque ha tenido que ocurrir el grave problema del primer infectado por el
virus del ébola en Madrid, para tomar decisiones científicas y no políticas y
tomar este problema con la seriedad que merece.
Pero lo triste de todo esto es
que mientras no ha ocurrido algo así, nadie habían tomado las correspondientes medidas
de seguridad y solucionar las anomalías que casi todo el mundo sabía, pero que
nadie había puesto solución. Como es normal en España hasta que no ocurre algo
muy grave no se toma la solución.
Toda esta historia me
recuerda las consecuencias de no hacer las cosas bien, como Dios manda, y las
consecuencias que conlleva no hacer bien
lo establecido por Dios. La Biblia no habla de que Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del
Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Y ordenó Dios al hombre, diciendo: De
todo árbol del huerto podrás comer, pero
del árbol del conocimiento del bien y del mal no. [1]
Quizás alguna vez te has preguntado ¿porqué Dios colocó un
árbol en el huerto, para después prohibir a Adán comer de él? Dios quería que
Adán lo obedeciera, pero El le dio la libertad de la elección. Sin una
alternativa, Adán habría sido como un prisionero, y su obediencia habría sido
hueca. Los dos árboles presentaban un ejercicio de decisión, con recompensas si
se elegía obedecer o tristes consecuencias si se decidía desobedecer.
El pecado es el mayor estafador de todos, te ofrece algo que
no cumple y te cobra algo que nunca te dijo. Es hasta después de cometerlo que
las consecuencias empiezan a cobrarte la factura del engaño. Así es el pecado,
te dice que nada te pasará, y luego te
encadena y te envuelve en circunstancias que nunca imaginaste.
La mayoría de las personas pasan por alto que las
consecuencias del pecado son devastadoras y trágicas. El pecado deteriora la
vida particular de los hombres, destruye a la familia, y aún pone en conflictos
a las naciones, y aún más, corta futuros brillantes de los seres humanos, pero
muchos ven los actos pecaminosos como algo normal y rutinario, pero su fin es
fatal.
Hoy tenemos la oportunidad de hacer las cosas bien y no
esperar a que ocurra algo en nuestra vida para tomar decisiones acertadas. El
dolor, el fracaso y la miseria humana, es producto del pecado, pero no debemos
desesperar, gracias a Dios, hay solución a todo este drama. En la primera carta
del apóstol Juan, este recomienda a sus
lectores mantenerse alejados del pecado, él sabe que en algún momento podemos sucumbir
ante la tentación. En su gracia, Dios ha hecho una doble provisión para
restaurar a los cristianos que han pecado. Primero, ha nombrado a Jesús como abogado
para interceder por los pecadores; el perdón es seguro porque Jesús es justo. Y
segundo, Dios ha enviado a Jesús como propiciación por nuestros pecados. [2]
[1].- Génesis 2.15-17
[2].- 1 San Juan 2.1
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