Esta semana ha sido algo dura, hasta el punto que un
compañero me hacia un comentario: se te nota en la cara que estas cansado. Cuántas
veces hemos oído la expresión:” La cara es el espejo del alma”. No sé hasta qué punto tiene de verdad esta
frase, pero si es verdad, que lo que
refleja nuestro rostro es un espejo que calca como estamos interiormente, ya
sea emocional, física e incluso espiritualmente.
Si estamos enfermos, nos
cambia el color de la cara, los gestos de dolor se manifiestan, nuestra
expresión cambia. Si no dormimos bien, se acentúan las ojeras y aparecen los
signos de cansancio. Si estamos alegres, se dibuja una sonrisa en la cara y el
brillo de nuestros ojos es muy diferente a cuando estamos
tristes.
Entonces todo está claro, nuestro estado de ánimo cambia según las circunstancias o momentos
por los que estemos pasando, y este estado se refleja en nuestro rostro, aunque
halla personas que queramos esconder nuestros sentimientos difícilmente
podríamos hacerlo, si estamos felices, será complicado esconder nuestra felicidad, y de igual manera si es
algo malo no podríamos esconder nuestra tristeza. Nuestro rostro nos
delata, y revela a los demás el estado de ánimo, aunque a veces nos empeñemos en esconderlo.
Supongo que no siempre reflejaré ni expresaré lo que a mí me gustaría, pero si sé, que mi cara no
engaña porque si hay algo que no se me da bien es el de la interpretación, (siempre
me han rechazado para formar parte del equipo de teatro). Pienso que
generalmente aunque queramos, hay cosas que resulta difícil esconderlas
y nos guste o no, se reflejan en nuestra cara.
Sin duda tendremos
tribulaciones, tormentas, batallas campales, estaremos cansados
agobiados, y todo eso lo reflejara mi rostro,
y no lo podremos evitar, pero la satisfacción que siento es que a pesar
de todos los contratiempos, Dios es mi refugio y mi escudo.
Dios mío, roca mía y
castillo mío, y mi libertador; Dios mío,
fortaleza mía, en él
confiaré; Mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio. Invocaré al Señor, quien es digno de ser alabado, y seré salvo
de mis enemigos. (Salmo 18.2-3)
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