Esta semana he tenido una agradable conversación con una persona que
hacía bastante tiempo no veía, y entre muchas cosas que nos hemos compartido
hemos estado hablando sobre un buen amigo común. El problema de este buen
amigo, y hasta hace un tiempo hermano en la fe, es que ha vuelto a sus orígenes
antes de conocer a Dios o sea a su
“vieja vida”.
La pregunta que nos hacíamos es el porqué de todo esto, que ha
hecho mal este hermano para llegar a este fin, si ha cantando las mismas canciones y
escuchando los mismos mensajes bíblicos, que nosotros.
Para hablar de un
tema tan delicado, lo primero que tenemos que hacer es ir a la palabra de Dios,
donde nos dice lo que tenemos que hacer para no volver a la vieja vida, pero
sin duda debe ser aplicado con más
rigurosidad en nuestra caminar.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo
hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaros en el
espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios
en la justicia y santidad de la verdad” [1]
La palabra de Dios nos dice que debemos renunciar al viejo hombre que son aquellos hábitos que adquirimos antes de conocer a Dios, ya sea de nuestra manera pasada de vivir, de nuestros padres, amigos, e incluso profesores o personas de influencia.
La palabra de Dios nos dice que debemos renunciar al viejo hombre que son aquellos hábitos que adquirimos antes de conocer a Dios, ya sea de nuestra manera pasada de vivir, de nuestros padres, amigos, e incluso profesores o personas de influencia.
Cuando nacemos de nuevo, el viejo hombre cae derrotado, pero
nosotros debemos poner nuestra parte en este cometido que es el tomar acciones al respecto. Debemos disponer
nuestro corazón a morir a nuestra vida de pecado, actitudes, amigos, lugares, y
en general todas esas cosas que todavía tenemos arraigadas, y que es necesario
sacar de nuestra vida y de nuestros cuerpos.
Otra de las cosas a tener en cuenta es que si nacemos de
nuevo no debemos seguir viviendo pensando en la carne, porque entonces sin
lugar a dudas vamos a seguir haciendo
las cosas de la carne. Pero si nosotros le damos el espacio a Dios para moldear nuestros pensamientos, y
que El nos dirija a su manera, entonces las cosas viejas pasan y he aquí todas
son hechas nuevas.
La Biblia nos enseña que somos nosotros los que tenemos qué
despojarnos del viejo hombre; ¿Pero
cómo?, te preguntaras, pues desechando pensamientos, actitudes, comportamiento
negativo y cambiarlo por acciones que agradan a Dios y edifican a quienes nos
ven y oyen. Para realizar esta renovación han puesto en nuestro interior un
poder sobrenatural que nos ayudará en nuestra debilidad, [2].
Pero somos nosotros
los que debemos decidirnos por no alimentar más al viejo hombre sino al
nuevo.
El panorama es claro, y sencillo, hay que morir cada día a nuestro viejo hombre, alimentarnos con la palabra de Dios, hablar con Dios a través de la oración, dar testimonio a los demás de lo que Dios hizo en nosotros. Es difícil, pero si le entregamos todo a Jesús, y dejamos que él actué, cuando nosotros no podemos más, entonces entenderemos la palabra de Dios cuando dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
[1].- Efesios 4:22-24
[2].- Romanos 8.26
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