Hace ya algunos años, en la ciudad de Alicante, caminando
con el pastor de la iglesia a la cual yo acudía, vimos a una mujer en la puerta de un híper sentada,
trataba de que alguien le diese algo para comer, y la verdad es que la gente
pasaba de largo, de repente y viendo lo acontecido el pastor me sugirió una
pregunta, Esteban ¿tú crees que Pedro y Juan, [1] hubieran pasado de largo
viendo la necesidad de esa mujer?
La Biblia nos enseña que hubo personas que viendo una
necesidad pasaron de largo. Dice la palabra de Dios que un hombre judío estaba
haciendo el viaje desde Jerusalén hacia Jericó. En el camino fue asaltado por
unos hombres quienes les robaron su ropa, lo golpearon y lo dejaron casi muerto.
[2]
En la parábola del
buen samaritano, tres figuras entran en acción, las dos primeras practican la
indiferencia, pasan de largo; el buen samaritano, en cambio: observa, escucha,
se detiene y da lo que puede y tiene, (tiempo personal, recursos económicos…), además
gratuitamente, sin esperar resultados, sin esperar nada a cambio, porque este
hombre no practica la lógica de dar a cambio de recibir, la lógica de dar para que me den, sino que se mueve por la
lógica del amor: DAR TODO A CAMBIO DE NADA.
Muchas veces pasamos
de largo ante la necesidad, con pensamientos como; “no ayudamos porque pensamos
que si tiene necesidad es por su culpa”, “El se lo ha buscado”, “no ayudamos
porque dudamos sobre su situación real”, “o no ayudamos porque le echamos la
culpa a la sociedad”. La autojustificación es el mecanismo habitual que nos
impide ayudar a nuestro prójimo.
¿Y nosotros pasamos de largo ante la necesidad de nuestro prójimo,
o como el samaritano nos paramos y ayudamos ante la necesidad?
El amor significa
hacer algo para suplir la necesidad de alguien. No importa dónde vivas, siempre
hay gente necesitada a tu alrededor. No hay razón justificada para negarse a
brindar ayuda. El amor es la gran evidencia de que amas y sirves a Dios, y se
demuestra a través de las acciones y actitudes.
¡Ah!, aquellas palabras de mi pastor no me las podía quitar
de mi corazón y horas más tarde fuimos a por aquella mujer, la invitamos a
comer y la llevamos a una casa de acogidas.
[1].- Hechos 3
[2].- Lucas 10.30-35
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