Todos sabemos
y conocemos de primera mano la crisis financiera por la que atraviesa el mundo
entero, pero hay también otra crisis que también está afectando de gran manera
a todo el mundo, esta es la crisis de valores y principios.
La frase: “en
mis tiempos las cosas no eran así”, es una expresión que se repite generación
tras generación. Por lo general quien lo dice, hace referencia a que antes “las
cosas eran mejores” y es que ciertamente ninguna época es igual a la otra, todo
cambia, la vida está llena de constantes cambios.
Pero hay cosas que no deberían cambiar; aquellas cosas que están establecidas como principios básicos en nuestra sociedad, en este caso hablamos de esas normas que debemos seguir para lograr una armonía tanto en nuestras relaciones intrapersonales como en nuestra relación interpersonal.
Nos referimos
a LOS VALORES, los cuales lamentablemente, al parecer a muchos se les “olvida”
practicar y otros tristemente se han dado por vencidos y piensan que ya eso es
cosa del pasado.
Si bien es
cierto los hogares están amenazados por una sociedad que siembra antivalores a
través de los medios de comunicación y que valida el rencor, la venganza y la
falta de perdón como algo “normal” por el hecho que millares de personas obran
así diariamente. En esa espiral sin fondo los hogares se encuentran enfrentando
la peor parte, como lo evidencian los altos índices de divorcios, el incremento
de la violencia familiar, el distanciamiento entre padres e hijos, y el
inusitado incremento de fiestas donde el alcohol, las drogas y la promiscuidad
sexual entre adolescentes y jóvenes están al orden del día.
Tenemos que
tener mucho cuidado con los valores que nos ofrece el mundo. Son verdaderos
antivalores, que aparentemente pueden hacernos felices, pero que a la larga nos
traen graves perjuicios. Este mundo nos ofrece el placer, el sexo desenfrenado,
la comodidad, la envidia, el querer tener más cosas, el despreciar a los demás,
el divorcio, la violencia, la pornografía, la infidelidad, el egoísmo.
¿Qué es lo
que más importa en la vida? ¿Acaso no es aquello que te lleva a ser feliz? Hay hombres y mujeres que hemos encontrado en
Dios nuestro más grande valor. Abrir las
puertas de vuestros hogares, de vuestros corazones a Dios y permitirle que obre los cambios que
considere necesarios. ¡Él sabe cómo hacerlo!
La vida será distinta.
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