30 julio 2009

No cerramos por vacaciones

En estas fechas de verano es normal encontrar en muchos establecimientos el rótulo

“Cerrado por vacaciones”.

Durante estas fechas muchos de nosotros tenemos puesta nuestra mente y nuestro corazón en la preparación de las vacaciones de verano, que resultan siempre muy saludables y necesarias, pero que sería de nosotros si como cristianos cerramos nuestras Iglesia, Ministerios, etc por vacaciones, ¿que serían de esas personas que necesitan urgentemente que alguien le des palabras de vida?

¿Nos esperarían hasta septiembre?

En el corazón del auténtico cristiano, nunca se verá colgado el letrero: «cerrado por vacaciones» o «tiempo para mí: no molesten». Quien ama, quien se sabe cristiano, quien arde su corazón mientras escucha la voz del Señor, no tiene vacaciones para el evangelio, tenemos que transmitir a Cristo allí donde nos encontremos: en la montaña o en la playa, con los amigos o con la familia, en una fiesta... todo es ocasión para comunicar a Cristo, para testificar lo que Dios ha hecho en nuestra vida, con naturalidad y sencillez.

Es normal que la primera finalidad de las vacaciones es recuperar las fuerzas físicas y contribuir al equilibrio mental y psicológico, tan necesario sobre todo después de un prolongado e intenso año de trabajo. Para ello es muy recomendable interrumpir las ocupaciones ordinarias e incluso salir del ambiente en el que se desarrolla nuestra vida cotidiana.

Pero para un cristiano existe otra finalidad y una riqueza aún mayor en el descanso. El período de vacaciones es un don que Dios nos da, un talento que debemos hacer rendir, porque el tiempo, todo tiempo, es el medio principal que tenemos para realizar nuestra misión en la tierra. Por eso el descanso no puede ser tiempo de «ocio», entendido como un tiempo vacío de contenidos, como una escapatoria de las propias responsabilidades; sino que debe ser un tiempo de crecimiento espiritual, debe ser un tiempo para compartir con los demás, para el servicio y el evangelismo. Las vacaciones, por tanto, no son ocasión para vaciarse sino para llenarse.

Las vacaciones nos dan la posibilidad, de gozar de un tiempo más prolongado para la oración o para una provechosa lectura de la Biblia, o para leer esos libros que nunca hemos tenido tiempo para leer.

Jesús sabía procurarse también sus tiempos de descanso y, mejor aún, sabía hacer descansar a todos los que estaban a su alrededor. En más de una ocasión sorprendió a sus apóstoles con un cambio de planes para llevárselos a pasar un día de pesca en el lago de Tiberíades; conocía de sobra, como pescadores que eran, su afición por el mar. Le gustaba tener amigos y dedicarles lo mejor de su tiempo y de su persona, como ocurrió en las bodas de Caná, o en esos frecuentes encuentros con la familia de Pedro en Cafarnaúm donde Él, nos dice el Evangelio se sentía como «en su casa». Sabemos que siempre que podía, en sus viajes a Jerusalén, le gustaba ir a la casa de Marta, María y Lázaro, por quienes sentía una especial amistad. En esa casa de Betania solía descansar de las fatigas del camino, se sentía a gusto. Pero también dedicaba una buena parte de su tiempo de descanso, incluso robando horas al sueño, para estar largos ratos de oración a solas con su Padre (Lucas 6.12).

De esa convivencia con Jesús y de ese descanso todos salían enriquecidos. Jesús siempre buscaba dejar una semilla de amor, una palabra de luz, una inquietud en el corazón. Incluso era capaz de renunciar a sus momentos de merecido descanso para entregarse a remediar las necesidades materiales y espirituales de las multitudes (Mateo 14.13-23) o de cualquier persona con la que se encontraba, ya fuese de noche, como en el caso de Nicodemo, o bien a la hora de comida y bajo un sol abrasador, como sucedió con la mujer samaritana. Para Él, todo su tiempo, también el de descanso, era tiempo que le había sido donado por el Padre para realizar una misión, tiempo para amar, tiempo para invertirlo procurando el bien de los demás.

Que no nos de pereza de convertir nuestras vacaciones en un tiempo para Dios, para los demás y para nuestro enriquecimiento personal y familiar.

23 julio 2009

No ameis al mundo

La Biblia nos enseña que no amemos al mundo ni las cosas del mundo. Las cosas del mundo pueden desearse y poseerse para los usos y propósitos que Dios concibió, y hay que usarlas por su gracia y para su gloria; pero los creyentes no deben buscarlas ni valorarlas para propósitos en que el pecado abusa de ellas. Cuál es el peor enemigo que la iglesia se enfrenta hoy, la codicia en forma de negocios mundanos donde solo importa explotar el negocio en el cual invertimos un buen montón de dinero y de alguna forma nos tiene que ser rentable, aquí es donde se entra en un montón de irregularidades e hipocresía inconsciente.

Muchos están dispuestos a decir, hacemos todo estos negocios, pero el dinero es para la “obra de Dios”, “para las misiones”.

El mundo aparta de Dios el corazón y mientras más prevalezca el amor al mundo, más decae el amor a Dios. Las cosas del mundo se clasifican conforme a las tres inclinaciones reinantes de la naturaleza depravada:

1. La concupiscencia de la carne, del cuerpo: los malos deseos del corazón, el apetito de darse el gusto con todas las cosas que excitan e inflaman los placeres sensuales.

2. La concupiscencia de los ojos: los ojos se deleitan con las riquezas y las posesiones ricas; esta es la concupiscencia de la codicia.

3. La soberbia de la vida: el hombre vano ansía la grandeza y la pompa de una vida de vanagloria, lo cual comprende una sed de honores y aplausos. Las cosas del mundo se desvanecen rápidamente y mueren; el mismo deseo desfallecerá y cesará dentro de poco tiempo, pero el amor de Dios nunca desfallecerá.

Muchos han tratado de mostrar cuán lejos podemos ir estando orientados carnalmente y amando al mundo y codiciando cosas que el mundo nos ofrece, la obra crece, ayudamos a mas hermanos, pero la Biblia nos enseña que no podemos servir a dos señores, porque se aborrecerá a uno y se amara al otro. De todos modos, estas vanidades son tan seductoras para la corrupción de nuestros corazones, que, sin velar y orar sin cesar, no podemos escapar del mundo ni lograr la victoria sobre su dios y príncipe.

La Iglesia, Obra de Dios o Ministerio, pobre, pero piadosa y honesta es mejor que una rica, impía y mundana Iglesia; puede dar más consuelo y es una bendición más grande para el mundo.

Mejor es el pobre que camina en su integridad que el de caminos torcidos, aunque sea rico. (Proverbio 28.6)

17 julio 2009

Mis experiencias en el Hospital II

Hoy hemos tenido una conversación con unos de los enfermos del Hospital, nuestra alegría ha sido inmensa pues después de cinco meses, hemos podido oírle hablar.

No dejaba de darnos las gracias una y otra vez porque hemos estado visitándole y orando todas las semanas, y una de las cosas que más repetía era que no podía entender como el que no había hecho mal a nadie le había sobrevenido esta enfermedad que le ha llevado hasta el Hospital durante este largo tiempo.

Todos disfrutamos de buena salud, pero desgraciadamente muchas personas caen enfermos y de un día para otro despiertan abatidas, sin esperanza.

Pero este no, fue el plan de Dios. El evangelio de Jesucristo es un Plan de Salud para todas las naciones de la tierra y la Biblia el libro de recetas.

Dios izo todo bueno, la primera página de la Biblia dice: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1.31). La ultima pagina de la Biblia dice “… Y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor…. (Apocalipsis 21.4). Las cosas empezaron bien y terminan bien.

La enfermedad dentro del mundo de Dios es como la cizaña que crece dentro del trigo, pero les aseguro, que Dios no sembró la cizaña…. Un enemigo ha hecho esto (Mateo 13.28).

Pero el creador por medio de Jesucristo presento su propuesta ante el sabotaje del diablo contra su obra, Dios mando a Jesús quien “….anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con El (Hechos 10.38).

La Biblia nos dice que las enfermedades no es la voluntad de Dios y si que Dios es el que sana ayer, hoy y para siempre.


10 julio 2009

Mis experiencias en el Hospital

No es fácil estar con una persona que está sufriendo mucho debido a su enfermedad. Nos hace sentirnos incómodos, no sabemos qué hacer o que decir, y nos preocupa saber lo que tenemos que hablar o responder a lo que escuchamos.

Cuando nos dirigimos a estas personas decimos cosas que salen más de nuestros propios miedos que de nuestra preocupación por la persona que allí están. A veces decimos cosas como: “estás mejor que ayer”, “tranquilo pronto pasara todo” o “no te preocupes seguro de que superarás esta situación”

Pero muy a menudo nosotros sabemos que lo que estamos diciendo no es verdad, y estas personas también lo saben.

No tenemos que inventar situaciones para intentar animar a las personas que están pasando por situaciones difíciles en los Hospitales. Podemos decir, sencillamente: “Soy tu amigo”, “me alegra poder estar contigo”, y esto podemos decirlo, en palabras, agarrado de la mano, o en un cariñoso silencio.

Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, porque habéis llegado a sernos muy queridos. (1 Tesalonicenses 2.8)

03 julio 2009

La batalla de la vida

A veces el camino puede resultar estéril, o muy dificultoso. El dolor nos sorprende y caminamos por valles de sombra. Otras veces, damos un paso y parece que retrocedemos dos, de repente tenemos que hacer frente a un suceso inesperado y difícil en nuestras vidas, para unos puede ser una perdida que conlleva una gran pena, para otros una enfermedad, todas estas cosas son suficientes para engendrar un sentimiento permanente de derrota.

Sea lo que sea lo que provoque ese perturbar y ese sacudir en nuestras vidas como si una tempestad las hubiera golpeado, en esos momentos es esencial que recordemos aquello de “mientras hay vida hay esperanza” y que “todo, todo… es posible si se cree de todo corazón” y sobre todo saber que “la fe mueve montañas”.

Aunque no den higos las higueras, ni den uvas las viñas ni aceitunas los olivos; aunque no haya en nuestros campos nada que cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, siempre te alabaré con alegría porque tú eres mi salvador.

(Habacuc 3.17-18) Traducción Lenguaje actual

01 julio 2009

El mejor fichaje

Es unos de los mejores futbolistas del mundo, pero no ser un gran jugador le hace ser un héroe sino su manera de comportarse y de celebrar sus triunfos y goles, las palabras “Dios” y “Jesucristo” pueblan su discurso. Ante millones de espectadores que contemplan sus éxitos luce con orgullo una camiseta con el mensaje “I belong to Jesus” (Pertenezco a Jesús).

Frases como “Dios nos da más de aquello que pensamos o queremos”, o “tener un don no es suficiente, tienes que tener dedicación”, hacen de él una persona a imitar.

Esperemos, que niños, jóvenes y compañeros de equipo no le imiten solo en la parte profesional sino en su fe, como dice la Biblia “Amado, no imites lo malo, sino lo bueno”.

ÚLTIMA ENTRADA PUBLICADA

El Dios de las segundas oportunidades

Hoy en día, si cometes un error, estás perdido. Un tweet incorrecto puede significar que tengas un grave problema. Un comentario irreflexivo...