22 abril 2022

La iglesia y la política.

He tenido esta semana una charla con un buen amigo y hermano en la fe. Hablamos y debatimos sobre varios temas; religiosos, sociales y sobre todo de los problemas que nos afectan a la mayoría de los ciudadanos de cualquier país. Este hermano me hablaba como solución a todas estas circunstancias la proclamación de un gobierno evangélico. Cada día son más los creyentes que sueñan con un Estado cristiano, con leyes establecidas por líderes evangélicos y que estableciesen las Sagradas Escrituras, como guía para gobernar de una manera Bíblica. Esto, que puede parecer lo ideal para aquellos creyentes plantea serios problemas.

Si, hipotéticamente, un líder evangélico llegase al poder, él sólo no podría hacer cambios radicales sin un equipo de trabajo en los diferentes ministerios que le permitiese hacer los cambios que se propusiese. Pero más aún, considerando que la mayoría de políticos, (en España) que dicen “creer en Dios” son católicos, por lo cual sería muy difícil y complicado imponer por la fuerza a todos estos políticos los principios de una vida evangélica.

Pero incluso si llegásemos a la conclusión de que los principios bíblicos son más importantes que cualquier otra forma de gobernar y funcionar, imponiendo un Estado cristiano, podríamos iniciar en el mejor de los casos una guerra civil y en el peor de los casos un Estado represor.

Son muchos los ejemplos que, a lo largo de la historia, demuestran que la imposición del cristianismo sea la que traiga paz a la tierra, cuando tenemos ejemplos de que lo que han traído por el contrario son guerra, muerte y destrucción. Las persecuciones realizadas por gobiernos confesionales se repiten cada vez que alguien propone imponer la ley de la Palabra de Dios a las personas. Por dar algunos ejemplos: La disputas religiosas de Inglaterra que trajeron muerte a protestantes y católicos dependiendo de quienes tenían el poder en cada caso; el gobierno de Efraín Ríos Montt, el dictador evangélico que en Guatemala hizo matar, según se estima, a alrededor de 10.000 personas contrarias a su régimen, etc.

Así pues, no cabe duda de que cada vez que la iglesia intenta imponer, sea por coacción o por la fuerza la Palabra de Dios, las cosas salen mal. La verdad es que después de tantas masacres y tantos atropellos hacia los demás, debemos reconocer que la mejor manera de presentar el evangelio no es por la imposición, por la ley o por la muerte sino por la proclamación libre del mensaje. Esto sólo es posible cuando actuamos en libertad y permitimos que los demás hagan lo mismo.

Es un hecho que Jesucristo no buscó imponer su mensaje a nadie. Por el contrario, fue de aldea en aldea proclamando la venida del Reino de Dios y dejando que las personas decidan si querían seguirlo. Sus discípulos hicieron lo mismo, no imponiendo a nadie, ni por la fuerza ni por la manipulación el abrazar la fe en Jesucristo. Ha sido el tiempo y la seducción del poder lo que ha empujado a muchos creyentes a vincularse al Estado y hasta pretender establecer un gobierno cristiano que por la fuerza imponga el Reino de Dios. 

No somos llamados a imponer un gobierno cristiano, somos llamados a anunciar el evangelio de Cristo y ser luz en medio de cualquier gobierno, sea favorable o no a los principios bíblicos. Y si en política algo debe preocuparle a la Iglesia, no debe ser la victoria de uno u otro partido, sino el sostenimiento de las libertades individuales que nos permita seguir predicando el evangelio y a los demás tomar la decisión de seguir o no a Cristo de manera libre.

 



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