La espeleología es la ciencia que estudia la exploración de cavidades subterráneas. La espeleología deportiva es uno de los deportes más apasionantes que existen, ya que nos permite descubrir las bellezas del mundo subterráneo, como estalactitas y estalagmitas, banderolas, columnas y demás formaciones propias de cada tipo de cueva dependiendo del lugar donde se encuentren. Pero la intención de David cuando se refugia en una cueva, no es precisamente la búsqueda de nuevas aventuras. Habiendo salido corriendo del palacio del rey Saúl por las repetidas intentonas de asesinarle, David ha perdido todo, hogar, matrimonio, y hasta la casa familiar de sus padres. Huye a una ciudad de los filisteos, pero los enemigos se dan cuenta de que tienen presente entre ellos al guerrero estrella del ejército de Israel y David se escapa por los pelos, fingiendo locura, y luego prosigue la búsqueda de un lugar seguro. En eso llega a la cueva de Adulam (1 Samuel 22.1-2).
La situación se pinta fea. Una cueva no ofrece ningún tipo de amenidades. Sin muebles y sin luz, una cueva adolece de todo lo que pudiera hacer agradable la vida. Vivir en una cueva representa el colmo de la falta de todo. No hay comida, no hay dinero, no hay familia, no hay esperanzas de futuro. Cuando llegan cuatrocientos hombres a la boca de la gruta para unirse a David, los afligidos, endeudados, y amargados de Israel, le nombran jefe.
David tiene que decirles algo para animarles a seguir leales al Señor. David sabe que el Señor se ha comprometido con él, y Dios suplirá todo lo que necesite por el camino. De momento no tienen para comer ni para el día siguiente, pero si le dan a Dios el primer lugar en sus vidas, la ayuda llegará. Si se mantienen en el temor de Dios, él será su sustento. Dará su dirección. Tratará con los enemigos. Los librará de todos sus temores, de todas sus angustias. "Muchas son las aflicciones del justo" dice David (lo está aprendiendo en carne propia), pero "de todas ellas le librará Jehová". (Salmo 34.19)
David elaboró el Salmo 34 para animar a sus cuatrocientos hombres a confiar en Dios en un momento de gran necesidad. Él ha descubierto que el Señor les ayudará. Siente alivio por la liberación de las garras del rey filisteo, y se ve reconfortado por la llegada de tantos compañeros de huida. Ese alivio personal se convierte en ánimo para los demás. Si él ha experimentado que Dios suple para todas sus necesidades, también lo hará para los cuatrocientos a su lado. También para ti y para mí.
Hay un verso de este salmo que expresa toda esa confianza de David: “Temed a Jehová, vosotros sus santos, Pues nada falta a los que le temen” (VS-9)
Considérate un bendecido si tienes el temor del Señor, el temor de Dios actúa como una alarma que te alerta sobre las consecuencias del pecado. Te alerta de las consecuencias de cruzar un semáforo en rojo, te alerta de las conversaciones perversas que sostienes en oculto y que un día saldrán a la luz, pues de toda palabra necia que hablamos daremos cuenta a Dios. Te alerta del mal y te lleva a apartarte del mal. El temor de Dios te encamina a buscar la paz y seguirla. Te encamina a buscar la luz y no las tinieblas. El temor de Dios te lleva a amarlo, a buscar sus caninos y a buscar hacer su voluntad.
David dice "Venid, hijos, oídme; el temor de Jehová os enseñaré" (VS-11) Está pensando en los cuatrocientos. La preparación más importante para un futuro incierto es que el corazón de cada uno esté en condiciones, nutrido plenamente por el temor del Señor. Esto es algo que se puede enseñar, se puede aprender. Es una disposición de corazón de alguien que esté en sintonía con Dios (como David en este momento) transmite con su ejemplo y con sus palabras. Tiene ejemplo porque ha pasado un mal momento, ha confiado en Dios, y por ello puede servir de estímulo a los demás. (2 Corintios 1.4).
Cuando David pregunta "¿Quién es el hombre que desea vida? (VS-12) quiere decir:
¿Quién quiere sobrevivir esta experiencia de la cueva, ser renovado de corazón ahora, y después gozar de mejores circunstancias cuando el Señor así disponga?". Plantea algo que garantizará tanto la longevidad como la vitalidad. No es cuestión de seguir la dieta mediterránea, ni de consultar cada semana con un terapeuta psicoanalista, ni de contratar un seguro particular de asistencia médica, ni de invertir en un fondo de pensiones solvente. Es cuestión de andar rectos delante de Dios.
Frente a la necesidad, hay que buscar a Dios intensamente y presentarle todas las carencias habidas y por haber. Pero también hace falta comprometerse a hacer su voluntad, a seguir sus directrices, a tomar decisiones que le agradan en los asuntos eminentemente prácticos de la vida diaria: "apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. (VS-14)
Cuando el Señor promete suplir nuestra necesidad, también nos enseñará la parte nuestra. Dios obra soberanamente, pero también se sirve de tu esfuerzo. Oremos como si todo dependiera de Dios, y trabajemos como si todo dependiera de nosotros.
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